Debaten sobre sucesor Juan Pablo II

Debaten sobre sucesor Juan Pablo II

CIUDAD DEL VATICANO (AFP).- Los cardenales comenzaron este lunes una intensa semana de reuniones para llegar a un acuerdo sobre el perfil del sucesor de Juan Pablo II antes del inicio del Cónclave, el 18 de abril, una magna tarea para la que solicitaron las oraciones de todos los fieles.

Al mismo tiempo, la protesta simbólica de una organización estadounidense de defensa de las víctimas de los sacerdotes pedófilos fue la primera nota discordante en este periodo de luto y transición en la Iglesia.

Ajenos tanto a la manifestación como a las deliberaciones de los cardenales, miles de fieles esperan ansiosos la apertura, el miércoles por la mañana, de la cripta del Vaticano donde fue enterrado el viernes Juan Pablo II.

Después de su descanso dominical, 134 purpurados participaron en la séptima reunión en congregación general que debe dibujar el retrato robot del hombre que deberá reemplazar al Papa más mediático y viajero de la historia en los corazones de más de 1.000 millones de católicos.

«Los cardenales renuevan con insistencia la exhortación a todo el pueblo de Dios para que acompañe con intensas oraciones estos días de preparación del Cónclave a fin de que el Espíritu Santo asista a los purpurados electores», declaró el portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls.

El objetivo principal de estas reuniones que se celebran en la Sala del Sínodo del Palacio Apostólico es facilitar la tarea de los 115 cardenales con derecho voto que elegirán al nuevo Papa y evitar así un bloqueo o alargamiento innecesario del Cónclave.

En este período Pre-Conclave, los cardenales presentes en Roma, incluidos los que han sobrepasado le edad máxima de 80 años para votar, examinarán el estado de la Iglesia y harán balance del legado del difunto Papa para tratar de definir las características básicas del nuevo Pontífice.

Sin embargo, todas estas deliberaciones se mantendrán en el más absoluto secreto puesto que los príncipes de la Iglesia decidieron el sábado suspender sus contactos con la prensa en un «gesto de responsabilidad» hasta la elección del nuevo papa.

Al mismo tiempo, los cardenales se ocuparon también este lunes de cosas más terrenales, como del examen de los gastos del período que va desde la muerte del Papa hasta la elección de su sucesor, o de decidir la fecha de reapertura al público de la cripta vaticana.

Cumpliendo con su deseo, Juan Pablo II fue sepultado en una sencilla tumba en el suelo recubierta sólo por una lápida de mármol blanco con su nombre y sus fechas de nacimiento y de deceso grabados en letras doradas, en el mismo lugar que ocupó Juan XXIII hasta su beatificación en 2000.

La austeridad de la última morada de Juan Pablo II, fallecido el 2 de abril a los 84 años y después de más de 26 de pontificado, contrasta con la majestuosidad de algunas de las tumbas vecinas como el suntuoso sepulcro en mármol esculpido de Pío XI.

Antes de permitir el ingreso del público, los cardenales dispondrán el martes por la tarde de «un momento de oración» al término de la quinta misa del novenario en memoria del difunto Juan Pablo II, que estará oficiada por el cardenal brasileño Eugenio Sales de Araujo, ex arzobispo de Rio de Janeiro.

La cuarta de estas misas, que se celebró el lunes, estuvo rodeada de polémica. Su oficiante fue el cardenal estadounidense Bernard Law, acusado de haber intentado encubrir un escándalo de pederastia cuando era obispo de Boston transfiriendo de una parroquia a otra a los curas supuestamente involucrados en los abusos sexuales.

«Probablemente más de un millar de niños fueron víctimas de abusos debido a los traslados de estos curas», declaró a la AFP en Roma Barbara Blaine, responsable del grupo Survivors Network of the Abused by Priests (SNAP, red de supervivientes de las víctimas de abusos de parte de sacerdotes).

La protesta fue rápidamente frustrada por las fuerzas de seguridad del Vaticano para que la misa se celebrara sin incidentes.

«El cardenal Law goza de un protagonismo que reabre las heridas de las víctimas. Nunca debería haber sido elegido para presidir una misa, él mismo tendría que haberse negado y los cardenales estadounidenses habrían tenido que impedirlo», concluyó Blaine.

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