DEBATE
RD: Fin del primer partido Burgués

DEBATE<BR>RD: Fin del primer partido Burgués

Más que la Declaración de Principios del natimuerto Partido Nacionalista fundado por Américo Lugo el 28 de diciembre de 1924, la cual podía perfectamente no ser acatada por sus miembros acostumbrados al clientelismo y al patrimonialismo, lo que puso fin a esa organización política fueron los artículos 81 y 82 de los Estatutos.

El referido artículo 81 lo copié textualmente en mi trabajo anterior y prohibía realizar fusión o alianza con otros partidos si era en procura “de reparto de empleos públicos”. El artículo 82 implicaba que los cargos electivos no eran de la persona, sino del partido: “Los candidatos a puestos electivos que salieren triunfantes en los comicios, prestarán el siguiente juramento ante la Asamblea que los designó: Juro solemnemente por mi honor y mi bandera que cumpliré fiel y honradamente los deberes de mi cargo y que trabajaré decididamente por la grandeza, prosperidad y preservación de mi Patria, así como por el triunfo de los ideales políticos de mi Partido.” (Lugo, en J.J. Julia, II, SD: Taller, 1977, p. 319).

Léase detenidamente la Declaración de Principio del Partido Nacionalista (Julia, pp.293-302) a fin de constatar que la mayoría de los postulados de aquel primer partido burgués nuestro no se han cumplido todavía en cuanto a lo que es un Estado nacional, problemas de medio ambiente, de la producción agrícola-industrial, culturales, migratorios, Estado de Derecho, distribución de las riquezas para todos los dominicanos, reconocimiento de la justicia para que seamos iguales ante la ley, cuya inobservancia implica discriminación en todos los ámbitos sociales.

Antes de abordar el ocaso del Partido Nacionalista es bueno espigar unos cuantos ejemplos de lo que se proponía según la Declaración de Principios: “La soberanía del Estado ocupado subsiste a pesar de la ocupación. Esta no suspende la autoridad de las leyes civiles, comerciales y criminales del territorio ocupado” y “el gobierno nacional, una vez en el territorio ocupado, solo deberá, en general, respetar los efectos jurídicos que ellos hayan podido producir durante la ocupación”. Y último: “El partido mantiene asimismo y sustentará en todo tiempo, hasta haber obtenido la solución arbitral deseada y propuesta, el innegable derecho del Estado Dominicano a la reparación de los daños de todo género causados por la injusta ocupación del territorio nacional por los Estados Unidos de América.” (P. 294)

El propósito fundamental del partido era luchar por “la extinción de la Convención Domínico-Americana de 1907” y luego abocarse a luchar por “la completa consagración de los derechos absolutos”, “la organización constitucional del poder electoral como función de poder propia e independiente de las demás, según la teoría hostosiana”; luchar “por el sufragio verdaderamente electivo y sin reelección”; “por la descentralización y autonomía de los municipios, provincias y universidades”;  “por la organización constitucional del poder judicial como función de poder propia e independiente de las demás, de acuerdo con la enseñanza hostosiana”; “por la reivindicación y consagración legal de todos los derechos de la clase obrera”; “por la ayuda positiva física, moral e intelectual de la clase menesterosa”;  “por la vinculación, en la familia dominicana, de una parte del derecho de propiedad de la tierra dominicana en proporción suficiente a asegurar la asociación del patrimonio dominicana al capital extranjero”; “por la formación del mayor número posible de pequeños terratenientes dominicanos”; “por la conservación de los bosques en la medida conveniente al buen régimen y preservación de las aguas corrientes, a la mayor benignidad del clima y a su buen aprovechamiento”; “por el establecimiento de un banco hipotecario nacional y de bancos de crédito territorial y agrícolas y de montes de piedad”; “por creación de la Biblioteca Nacional y la instalación de una imprenta nacional editorial”; “reorganización del ejército y la policía, porque “la defensa es el primero de los deberes públicos, y la seguridad de la nación exige que todo ciudadano separa combatir”; “por la transformación de la educación en ‘educación nacionalista integral de la inteligencia, sensibilidad y carácter” y “por la libertad de enseñanza respecto de la alta cultura, pero con las restricciones necesarias respecto de las escuelas primarias en las cuales se ha de moldear el alma del ciudadano.” (pp. 294-301)

Son 34 artículos los que forman la Declaración de Principios. Es imposible reproducirlos en su totalidad. Hemos tomado los más importantes, los cuales explican la renuncia de Lugo de su partido. Todavía el 13 de febrero de 1925 el Comité Ejecutivo Provisional del partido se felicita de que sus diputados hayan decidido, bajo juramente de honor,  votar en contra de la Convención y el Empréstito proyectados por la mayoría parlamentaria del Presidente Vásquez. (P. 323)

Cuando la ideología del sentido de la historia y su ley del progreso presagiaban una “indetenible marcha hacia la expansión política” del Partido Nacionalista, nutrido de los juristas e intelectuales más lucidos del país, he aquí que se produce, el 20 de diciembre de 1925, la carta de renuncia de Lugo: “El acuerdo adoptado en la reunión del domingo pasado por los señores Presidentes de las Asambleas Municipales del Partido, me obliga a separarme de este. (…) para que yo permaneciera en él habría sido necesario que en tal acuerdo existiera la condición de que el Partido co-contratante a base de programa, conviniese también en aceptar una mayoría de candidatos nacionalistas, con lo cual la candidatura fuere incontestablemente nacionalista en su esencia y en su programa.” (P. 327)

Finaliza Lugo su carta a los demás miembros del Comité Ejecutivo Provisional, Mario A. Saviñón, Luis C. del Castillo, José Rafael Bordas y E. de León, así: “Al renunciar a mi calidad de Presidente del Comité Ejecutivo Provisional y de miembro del Partido, séame permitido manifestarles a Uds. mi honda pena.” (Ibíd.)

A Lugo le ocurrió lo mismo que a Juan Bosch y su Constitución de 1963: Los únicos que creían en los principios de un verdadero Estado nacional burgués eran ellos dos. El resto solamente creía en el clientelismo y el patrimonialismo, como lo revela el destino de los partidos que fundaron.

Luego de la renuncia de Lugo, ¿cuál fue el destino de aquel nutrido grupo de intelectuales y juristas fundadores del Partido Nacionalista? Con escasísimas excepciones, casi todos volvieron al horacismo en el poder. Luego del desastre de Vásquez y el intento de prolongar su mandato más allá de 1930, se sumaron al trujillismo triunfante. Esta nueva lealtad les permitió quitarse la máscara de los principios del nacionalismo que se habían puesto, en el ámbito de la incomunicación, para engañar a Lugo y engañarse a sí mismos.

Esto se verá en las cartas explicativas de la renuncia de Lugo a Pedro R. Spignolio y Teófilo Hernández.

NOTA. En el artículo anterior dije que los Tejera fueron los creadores del mito lingüístico del “Igi aya bongbé” que figura en el escudo del Partido Nacionalista. Fue lo contrario. Dedicaré un trabajo a esta expresión y su posible origen, tomado de alguna parte por José Joaquín Pérez, quien titula así uno de los poemas de “Fantasías indígenas”.

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