Desde el año 2013, vengo externando la imperiosa necesidad de que en República Dominicana se implemente el debate electoral obligatorio; como establece de manera taxativa el art. 21 literal 1.3.2.3. de la Ley 1-12 que crea la Estrategia Nacional de Desarrollo. Por tal razón, valoro de manera muy positiva que sean algunos de los mismos precandidatos que estén promoviendo ahora dicha propuesta. Sin embargo, la misma debería extenderse a todos los precandidatos y, que sean los presidentes provinciales, municipales, de circunscripciones y de las seccionales de los diferentes partidos quienes organicen debates internos y posteriormente; las universidades con los candidatos.
Políticos de Microondas.
A pesar de los avances del marketing político del siglo XXI, paradójicamente la mayoría de los candidatos articulan y desarrollan lo que en consultoría política llamamos “campañas dinosaurios”. Las cuales, tienen como eje principal al candidato, sus ideas, su convicción y su interpretación del mundo; son ley, batuta y constitución. Ese tipo de campaña, es visto por el candidato como una comida que sale del refrigerador; que solo basta con llevarla unos minutos al microondas y ya está lista para comer. Por eso, para ellos solo se trata de recorrer el país, hablar en todas partes, colocar publicidad y aparecer con frecuencia en los medios de comunicación.
Desde esa perspectiva, los candidatos son los primeros que andan caminando por las calles enamorados de sus propios discursos. Y, creen que por andar por doquier diciendo muchas veces bazofias; los electores enloquecerán por él y correrán a darle sus votos. Empero, no hacen empatía cognitiva con el elector, viven ajenos al mundo que les rodea, y generan más desprecio que simpatías porque olvidan aquel aforismo del canciller alemán Konrad Adenauer de que. «En política, lo importante no es tener la razón, sino que se la den a uno”. Fruto de ello, tenemos que preguntarnos, ¿en qué diablos beneficia a los electores que su candidato sea un superhéroe?
La Importancia del Debate.
El 15 de septiembre de 1960 se celebró en Brasil, el primer debate televisado de la historia en TV Tupi. Desde ese instante hasta nuestros días, los debates electorales entre candidatos para que los electores conozcan sus propuestas; son ejes fundamentales de las campañas. Los mismos, no solo contribuyen en el abaratamiento de las campañas sino, que obligan a los aspirantes a tener que presentar propuestas que eventualmente serán contrastadas con las de sus oponentes. Máxime, porque estableció el gran Sartori que “si la democracia es el poder del pueblo, entonces también las elecciones deben ser gobernadas por el pueblo”.
Asimismo, el establecimiento de debates electorales coloca en un paredón a los aspirantes. En virtud de ello, quienes estén interesados en ocupar una posición X tendrán que desarrollar una vida impoluta previo a la presentación de sus aspiraciones. Y, se verán compelidos adquirir una buena preparación para no quedar como ignorantes frente a los electores y sus oponentes; como le pasó a Gerald Ford en 1976 en el debate contra Jimmy Carter, cuando externó su profusa ignorancia en política exterior y geopolítica; afirmando que en ese momento la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas no controlaban Europa del Este.
Enfrentando el Marketing Político.
Hoy que vivimos en la era del marketing político, los verdaderos candidatos no son más que; productos preempacados originados para dar cumplimiento a estrategias predefinidas de los resultados de un profundo estudio de mercado. En efecto, hoy la forma en que se viste un candidato, su foto, los temas que desarrolla, los medios donde habla y hasta los lugares donde visita; son elementos propios de un diseño electoral. En ese sentido, son las preguntas espontáneas en el calor de un debate electoral las que los sacan de su zona de confort. En consecuencia, una pregunta que incomode a los aspirantes es la que nos puede mostrar el verdadero rostro de ellos; como pasó entre Bush y Dukakis en 1988.
De igual forma, los debates son un ejemplo vivo y puro de la democracia. Por ello, con el establecimiento de los debates los electores estarían más interesados en el contenido que en las carátulas de los aspirantes. Los debates colocan al elector como figura antropocéntrica. Y, el tipo de preguntas, la forma en que se responden y las réplicas de sus contrincantes; muchas veces desmitifica a los candidatos. Por ejemplo, Hillary Clinton frente a Trump esgrimió soy la mujer más preparada, Primera Dama, Senadora y Secretaria de Estado exitosa; conmigo no hay temor. Y, Trump respondió, son esos políticos exitosos los que han fuñido el país; y harás con EE.UU. lo mismo que ustedes hicieron con Haití a través de su fundación.