Con tantas descalificaciones atronadoras para etiquetar rivales emitiendo juicios de valor sin claridad de premisas ni propuestas de soluciones ostensiblemente factibles, los pregones partidarios para conquistar adhesiones han dado hasta ahora pocas respuestas a las inquietudes del electorado sobre los principales males que afectan al país. Los estrategas del proselitismo han apelado demasiado a las emociones en vez de al razonamiento lo que propende a que el acto de sufragar termine pareciendo un arrebato insuflado por propaganda incendiaria en vez de una decisión a conciencia a partir del sereno escrutinio a las capacidades de los ofertantes con pretensión a cargos. Se reclaman menos villas y castillas en monsergas de caravaneos que han fomentado en el ciudadano común opiniones negativas sobre los partidos políticos que luego registran las encuestas. Se ha teorizado con desparpajo sobre las causas inevitablemente diversas de la abstención pasada callando la posibilidad de que la pobreza de proposiciones que no calan y la decepción que generan liderazgos en la colectividad, pudieran explicar el desinterés que por tradición manifiestan los dominicanos por comicios municipales.
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Ahora, para las presidenciales y congresuales, debe comprometerse a la gente a tomar partido por los contendientes a través de comparecencias a debates públicos en los que los aspirantes se expongan a muchas preguntas de la prensa escrutadora y a la curiosidad de televidentes sobre aspectos de los que rehúyen hablar.