Deber del gobernante

<p>Deber del gobernante</p>

PEDRO GIL ITURBIDES
Son las pequeñas cosas las que obligan a que bulla la pregunta de si entendemos qué significa ser independientes. Tal cual asumió este concepto el Fundador de la República, Juan Pablo Duarte Díez, ya no es posible. Por eso se impone desdoblar el sentido de independencia frente al de soberanía, y refundir ambos con los de bienestar y seguridad nacionales. Del amasijo conceptual que resulta, deriva el concepto moderno de independencia nacional, tan estrechamente vinculado con el de interdependencia.

Pero son las pequeñas cosas las que nos advierten que no sabemos por dónde andamos, ni hacia dónde vamos. Y aunque podrán argüirme que no es más que un hecho aislado, de un maniático impulsado por los estupefacientes, parto, en primer término, del infanticidio de Keisy Cedano Féliz. Una vida de insignificante valer, amparada en la displicencia social, lo cual es signo de la incomprensión del papel de la Nación respecto de sus socios, llevó a Alexis Martínez de la Cruz hacia el infanticidio.

Me preguntarán los más ardorosos defensores del sentido de independencia que mantenemos, qué vinculación encuentro entre este suceso aislado y la independencia. El Estado, ése es el nexo. Porque la nación puede vivir sin Estado, como lo demuestran los pueblos judío y palestino. Entonces, cada miembro de su nación se aislará allí donde viva, y sea conviviendo y dejándose atrapar de valores distintos, sea manteniendo los suyos, laborará por su bienestar y seguridad. Ese ser aislado, o un grupo de ellos, vivirá por su bienestar y seguridad allí, bajo un Estado Nacional diferente al de sus sangre y sentimientos.

Israel se constituyó en Estado Nacional en 1948. Estados Unidos de Norteamérica, gran vencedor en la segunda gran guerra, con el respaldo moral de sus aliados, incorporó ese Estado. Permitió que se recogiese, y se tratara de borrar, la infamia y la maldad contra ese pueblo. Entonces, el Estado Nacional, acogiendo a los suyos llegados desde diferentes naciones de todos los continentes, se puso a trabajar para ofrecerles bienestar y seguridad. No son, conforme se percibe desde lejos, una tacita de plata.

Pero han procurado serlo, aún cuando perviven entre vicios humanos como la deshonestidad, la falta de honradez y aquello a lo que habitualmente llamamos corrupción.

Los palestinos forzaron la creación de su Estado Nacional. Divididos todavía, luchan por encontrarse y explicarse. El odio ancestral contra los judíos, la lucha por una tierra prometida a ambos pueblos, son factores negativos. Pero tienen en su haber el hecho de que han vivido el desierto agreste y la civilización de pueblos más adelantados. Si consolidan lo conseguido y se trazan una clara perspectiva de su papel, podrían pasar de esa nación diseminada a una nación bajo un Estado para el bien común.

Porque eso es el Estado Nacional. Una fuerza abstracta. Una estructura quimérica bajo cuyo nombre se forjan estructuras reales a las que llamamos gobiernos, destinadas a proveer a los socios de bienestar y seguridad. Pero el infanticidio de Boca Chica es la primera prueba de que el Estado Nacional, aquél que concibiese Duarte como Estado Dominicano, anda por los cerros de Úbeda. Porque hace tiempo que Alexis debió estar, como muchos otros, encerrado por las golpizas que daba a Kersi Bethania Féliz, la madre de la niña asesinada.

Pero un ausente Estado Nacional que no sabe por qué y para qué una Nación lo concibe, permitía -como permite muchos otros casos más o menos groseros- que Alexis consumiera drogas a la vista de todos. Y que, para proveerse de ellas, mandara a su mujer a convivir con turistas, para que le diese el dinero. Y de que, cuando ella no lograba sus propósitos, la golpeara.

¿Qué esperaba ese Estado Nacional que tiene como socio a cada dominicano desde que la madre lo alumbra? Esta es la segunda pequeñez que tengo en cuenta, aparte de la corrupción administrativa y la deuda eterna. El Estado Nacional esperaba que la socia Kersi matara al socio Alexis para apresarla por homicidio, cuando ella debió ser defendida desde hace tiempo. Entonces, gustosos, la habríamos condenado a treinta años de prisión por su crimen alevoso y premeditado, cuando el condenado debió ser un Estado Nacional que no sabe por qué, y para qué, es independiente.

Porque es en las pequeñas cosas en donde mostramos que no sabemos qué es la soberanía, y para qué pudo servirnos, y qué es la independencia. Porque no sabemos que el Estado Nacional es una abstracción, explicable en una estructura real que es un gobierno. Y que éste, a su vez, se explica en los gobernantes.

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