¿Debería estar mejor la gente cuando la economía crece?

¿Debería estar mejor la gente cuando la economía crece?

POR ADOLFO MARTÍ GUTIÉRREZ
Muchos analistas persistentemente piensan que cuando la economía de un país crece, expresada a través de una elevación del ingreso real por habitante (y aún manteniendo fija la distribución de los ingresos), toda la sociedad tiene la oportunidad de mejorar sus niveles de vida. Esto es debido a que existen más bienes accesibles a mayor número de personas, mayor área de elección y, por tanto, aumento en los niveles de bienestar. Sin embargo, no necesariamente es eso lo que ocurre.

Las condiciones que relacionan el crecimiento económico con el bienestar de las personas han estado por siempre amparadas en el incremento de la riqueza. Es por ello comprensible que tradicionalmente el crecimiento económico se haya explicado a través de diversos enfoques alternativos, entre los cuales cabe citar la expansión del Producto Interno Bruto (PIB) potencial; el aumento de la capacidad productiva; la elevación de la producción real por habitante; la elevación del consumo per cápita (noción familiar del incremento del nivel de vida); el aumento de la productividad de los recursos (producción real por persona activa, eficacia del capital o rendimiento de la tierra); el progreso económico relacionado con el bienestar social; y el crecimiento considerado como ampliación de mayores oportunidades para los productores y en un mayor campo de elección de los consumidores.

No solo es el crecimiento

Ahora bien, el crecimiento es una condición necesaria, pero dista mucho de ser una condición suficiente del desarrollo real de una sociedad. Algunos países crecen en aspectos fácilmente cuantificables, producen, consumen y exportan más y no por ello logran la satisfacción de las necesidades de la población. Y es que el crecimiento es un concepto puramente cuantitativo. Pero los cambios cualitativos no van en función de variables cuantitativas. No existe una relación mecánica ni automática entre ambos aspectos. La tasa de crecimiento de la economía puede crecer pero la calidad de vida puede ser mala. Y calidad de vida no significa que no se crezca.

Para que la gente se desarrolle en una sociedad deberían satisfacerse todas las necesidades propias del ser humano, no sólo las primarias (alimento, vivienda, educación, salud) sino también de protección, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad. Habría que incluir también componentes sociales tales como distribución más equitativa del ingreso, expectativas de vida, una vivienda digna, servicios de salud y de educación, situación ambiental sana, derechos sociales y políticos, y la posibilidad de participación ciudadana en la toma de decisiones. Es por ello que durante los dos últimos decenios, se ha entendido que para que un país se desarrolle más o menos durante un período de tiempo determinado, debe antes generar y sostener un aumento anual de su producto nacional bruto a tasas de 5 a 7% o más. Y ello debe traducirse en un bienestar de sus ciudadanos. El desarrollo envuelve e incluye al crecimiento, lo legitima y lo refuerza como nivel parcial pero válido y significativo. El crecimiento no incluye al desarrollo o bienestar pero los sostiene y se vuelve tarde o temprano, su condición necesaria.

¿Mejor, igual, o peor?

Si analizamos una economía en términos agregados, es totalmente válido afirmar que el crecimiento económico por habitante enriquece a la sociedad. Sencillamente habría que dividir la producción total en bienes y servicios con respecto al número total de habitantes del mismo año. Si es mayor es porque la tasa de crecimiento de la producción fue mayor que la tasa de crecimiento de la población, destacando realmente que los ciudadanos se encuentran en una mejor situación. Sin embargo, un incremento del ingreso real per cápita en el tiempo, que pueda suponer un incremento del nivel de bienestar, podría ser insostenible si el ingreso de una persona no pudiera comprar una serie de bienes que, en su momento, hayan resultado ser inasequibles. Por ejemplo, si analizamos las oscilaciones en los componentes del Indice de Precios al Consumidor (IPC) y notamos que no cambia nada de un período de tiempo considerado, excepto que bajen los precios de algunos renglones específicos, el ingreso monetario de una persona, que no se ha modificado, le permite comprar el mismo volumen de los bienes restantes, y solo más bienes de los renglones que bajaron los precios. Si nunca compra ninguno de los que han rebajado precios, no se beneficiará del descenso en su precio. Continuará comprando la misma colección de bienes que antes. En este caso no se podrá decir que está en mejor situación; incluso se puede hablar de un área de elección posiblemente mayor, aunque no se haya hecho efectiva.

Un segundo análisis sostiene que el crecimiento económico trae consigo que más gente disponga de más bienes. Desde luego, se puede definir el crecimiento económico como un aumento del poder productivo por habitante. Definido así, está claro que el crecimiento económico permite al menos un incremento de los bienes, de forma que cada uno pueda disponer de más bienes que antes. Sin embargo, éste es un sentido estrictamente potencial, pues en el proceso de crecimiento económico los tipos de bienes que se producen actualmente están continuamente cambiando. Si estos nuevos bienes aparecen en el mercado mientras son asequibles aún los viejos, habrá, por definición, una mayor variedad de bienes asequibles. Y si los ingresos de la mayoría de las personas les capacitan para comprar tanto o más de los viejos bienes (sin tener que trabajar más) además de la oportunidad de comprar algunos de los nuevos, en este sentido se puede aceptar la afirmación de que el crecimiento económico ha hecho asequibles más bienes. Pero (y esto es importante) si ya no puede comprar la selección anterior de bienes, bien porque han desaparecido del mercado o porque sus precios son demasiados elevados, la afirmación anterior no se sostiene.

Un tercer análisis a considerar en el análisis de una calidad de vida tiene que ver con la introducción de los “efectos adversos” en el proceso simultáneo del crecimiento económico. Un “efecto adverso” puede considerarse como un bien (calidad de servicio) del que arbitrariamente se priva a un individuo afectando, por tanto, su área de elección. Un ejemplo de efectos adversos lo son el servicio de la energía eléctrica, agua, obras públicas, la recogida de la basura, el pago de los impuestos, tele-cable, teléfono, colegio, o los problemas del tránsito terrestre. Si no existe una compensación del “mal”, es muy posible que un individuo pueda preferir la situación anterior, en la que disfrutada de buen servicio. Todas estas consecuencias constituyen una proliferación de “males” o una arbitraria privación de bienes que se pudieron disfrutar, que resultan del proceso de hacer asequibles al consumidor más bienes y servicios, muchos de los cuales son mucho menos valiosos para una vida mejor. Si estos “males” se valorasen cada año y se tuviesen en cuenta en las estimaciones del ingreso “real” probablemente nos encontraríamos con un crecimiento económico negativo a lo largo de los años. 

La cuarta consideración o eslabón en el análisis de la calidad de vida tiene que ver con la relación entre el crecimiento económico y la tecnología. Debemos recordar continuamente que el crecimiento económico es el resultado de los cambios tecnológicos. Si una persona se mantiene en el mismo puesto de trabajo, con el tiempo se le obliga a cambiar sus métodos de trabajo, si desea continuar en él. A medida que envejece, puede desear continuar con los antiguos métodos y su antigua paga. Más tarde o más temprano las consideraciones de la productividad invalidarán la preferencia de los trabajadores. Sólo si continua en su empleo a pesar del cambio tecnológico, tendrá más bienes sobre los que elegir. 

Por último, el eslabón final relaciona el crecimiento económico y el bienestar. Incluso con una continua expansión de sus posibilidades en el sentido más aceptable (esto es, siendo todos los bienes y servicios y no “males”, o bien, habiendo una clara preponderancia de bienes sobre males), nada nos asegura que una persona se encuentre más satisfecha que antes, debido a la falta de legislación apropiada y a la de un servicio eficiente de información para el consumidor; al costo de la variedad; la medición de su nivel de satisfacción; y su posición en la estructura de ingresos. 

Para que una persona analice su bienestar social a través de una estrecha relación con el proceso de crecimiento económico deben pues analizarse las características intrínsecas de éste, a la luz de las carencias que presentan los modos históricos prevalecientes, y a partir de los nuevos problemas que plantea el proceso mismo de crecimiento. La deseabilidad del crecimiento económico en sí, estará así condicionada a través de una mejor calidad de vida de una población, es decir, del cuestionamiento acerca del valor mismo del crecimiento como única medida de progreso y bienestar social. Así, en términos generales, podría definirse hoy el bienestar como la elevación sostenida de toda una sociedad y todo sistema social que conduzca a una vida mejor o más humana.

El autor es economista y profesor universitario.
E-Mail: adolfomarti@codetel.net.do

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