Producto de la pandemia que mantiene el país en vilo, he manifestado en más de una ocasión mi temor a que dichas circunstancias sumadas a posibles anhelos, pudieran empujar a una situación de ilegitimidad. En caso de que los plazos para cumplir con el mandato constitucional de elecciones, conduzcan a agosto sin un nuevo gobierno.
Pero esa preocupación no solo se mantiene, sino que aumenta. Pues la situación de salud continúa amenazada. Crecen los contagios y las muertes. Se afecta el sistema educativo, la economía, la industria, la producción agropecuaria, el transporte. O sea, en cierto modo mantiene el país medio paralizado. Y en materia política pudiéramos no tener a la vista respuestas a tiempo en cuanto a los plazos constitucionales. Y que además de eso, hubiese la necesidad de realizar una segunda vuelta fuera de los plazos.
Es en virtud de ello que he invitado a reflexionar en la posibilidad de que se produzca el Acuerdo del Siglo. No solo en cuanto a la necesidad de aunar esfuerzos para hacerle frente a la situación que vivimos, evitando un posible agravamiento, sino que garantice institucionalidad y paz.
Un Acuerdo tan amplio y explícito como las circunstancias lo determinen. Que garantice armonía durante este proceso y después de finalizado o menguados los efectos del virus. Donde las voluntades y el patriotismo estén presentes.
Porque aunque entiendo que no es momento para crear pánico ni asustar a la gente sobre el futuro a corto y mediano plazo, con una economía afectada y el turismo en crisis, hay que tener en cuenta que muchas de las medidas adoptadas tendrán que desaparecer. Habrá que hacer recortes. Eliminar subsidios. Garantizar ingresos al Estado Y si además de eso se produjera una situación de precariedad institucional, con visos de ilegitimidad, sencillamente resultaría altamente peligro.
He reiterado mi criterio de que las próximas elecciones, sobre todo presidenciales, que debían ser en mayo, pero fueron movidas para julio, deben terminar ahí mismo. Sin necesidad de arrastrar el país a otro proceso electoral de segunda vuelta. Y para que no haya necesidad de realizarlo, propongo o sugiero un Acuerdo entre las partes. Usando la inteligencia. La prudencia. La sensatez. ¿Cómo lograrlo?
Estableciendo dentro de dicho Acuerdo, entre otras cosas, que las partes se comprometen a que una vez dictados los resultados electorales presidenciales, si el que obtuvo mayor votación no llegase al 50 más uno, pero aventaja al que le sigue por un porcentaje determinado, todos, o sea, el que quede en segundo, tercero, cuarto y así sucesivamente, acepten al que obtuvo mayor puntuación como el Presidente electo. Ahí se acabaría el proceso electoral. Con suficiente base. Legítimo.
Estableciendo dentro de ese mismo Acuerdo, un compromiso relativo a la gobernabilidad. Una especie de Programa Mínimo. Porque no será fácil para las nuevas autoridades. Habrá problemas. Y lo lógico es que se enfrenten de manera conjunta. Termino advirtiendo que hay que garantizar el abastecimiento de productos. Lo contrario sería fatal. Para todos. No se pueden olvidar las fechas. Estamos en abril.