Débil y simplista

Débil y simplista

A las críticas originadas por la aprobación de una ley que autoriza la emisión de títulos financieros por mil millones de dólares, se contrapuso una explicación peregrina.

Se asegura que el valor al que asciende la emisión corresponde a un monto consignado en el Presupuesto de Ingresos para el año 2010. ¿Y…? ¿Para qué pagamos impuestos?

Esa explicación es un dislate. Débil y simplista el argumento, coloca en entredicho al titular del Poder Ejecutivo, llamado a organizar las finanzas públicas.

El presupuesto de ingresos de la Administración Pública está llamado a depender, fundamentalmente, de los ingresos corrientes.

Puede contemplar ingresos extraordinarios por la venta de bienes públicos o por la contratación de financiamiento prestamista. Interno o externo.

Hemos llegado a un momento, empero, en que ese presupuesto de ingresos pende sobremanera de los prestamistas más que de los contribuyentes. El problema es que no hay prestamistas que vistan el traje talar del padre Francisco Javier Billini.

Las sotanas del Padre Billini desaparecieron. Y su filantropía con él. Prestamista que concede recursos, prestamista que viene más temprano que tarde por su ganancia y su capital.

Hoy no tenemos que saber esta verdad como lo supo la República de 1916. Mas hoy como ayer lo sabe el pueblo que, debido a la impotencia pública para establecer un gasto público que impulse el progreso, sufre hambre.  La cuestión, por consiguiente, no estriba en que el Presupuesto de Ingresos y Ley de Gastos Públicos para 2010 incluye apropiaciones que requieren los mil millones de dólares.

El quid del asunto se encuentra en la responsabilidad social y legal de la administración ante lo que ingresa al tesoro nacional.

Por el camino que lleva el país estamos metiéndonos en el mismo saco en que le han amarrado la boca a Grecia. Con una diferencia: República Dominicana no integra la Unión Europea.

Por consiguiente, no recibirá el Gobierno una asistencia salvadora como la considerada para los griegos. Y con todo y la promesa de asistencia, los griegos no las tienen todas consigo.

Le han descubierto y enrostrado una doble cara en el manejo del gasto público y se le comenzó a exigir un reordenamiento del gasto. Como puede advertirse al cavilar a partir de estas observaciones, el panorama dominicano es poco halagüeño.

Basta que se mantenga la actual política de gasto público, dependiente de emisiones de bonos que son puros préstamos, para que contemplemos a dónde llegará el país.Se impone, no que se informe que la Ley de Gastos Públicos incluye esos millones de dólares en pesos.

Se impone un reordenamiento responsable del gasto público. Esta es la explicación que debió ofrecerse.

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