Debilidad de la democracia

Debilidad de la democracia

SAMUEL SANTANA
Existe un consenso bastante amplio de que la democracia es el sistema político más conveniente para ejercer el poder. La palabra democracia constituye una combinación de dos palabras griegas, que son demos y kratien. Demo significa pueblo y kratien gobernar.

Esto quiere decir que el ejercicio del poder en una organización, nación o pueblo se obtiene mediante la decisión libérrima de los ciudadanos al escoger a sus funcionarios, autoridades y mandatarios.

Se piensa que lo positivo de este sistema es que los candidatos deben someterse al escrutinio de los votantes para determinar si reúnen las condiciones adecuadas para otorgárseles el ejercicio del poder. Y cuando defraudan la confianza, actuando contrario a los intereses del pueblo, pues se le da la facultad a otro, una vez vencido el plazo de su gestión.

Han sido muy positivos los resultados cosechados con el ejercicio de este sistema.

Sin embargo, la democracia no es un sistema que nació siendo puro. El paso del tiempo es el que ha venido superando muchas de las debilidades que ha manifestado en su desarrollo. Este proceso evolutivo se ha visto en la dirección del pueblo en Roma, Grecia, Italia hasta Inglaterra. En estas naciones se han producido cambios ascendentes en cuanto a la participación de los ciudadanos, la igualdad de condiciones, el reconocimiento de las clases y la presencia de grandes pensadores que ayudaron a orquestar los principios que normalizan las instituciones y la conducta de los líderes.

Este proceso evolutivo con la democracia es todavía una realidad en República Dominicana, pues aquí impera la gran realidad de que hay muchas cosas que deben todavía superarse.

Es cierto que en nuestro sistema los ciudadanos tenemos la oportunidad de asistir a las urnas para escoger a los líderes que deben conformar las cámaras congresuales, las alcaldías y el Poder Ejecutivo. Está claro, también, que después de la tiranía de Rafael Leonidas Trujillo hay toda una gama de partidos y candidatos que ofertan sus propuestas y que se disputan la oportunidad de ejercer el poder.

Sin embargo, vemos como estas organizaciones y sus líderes han logrado cultivar unas estrategias y argucias que atrofian perjudicialmente la libre expresión de la voluntad de la gente.

El voto popular se ha convertido en una especie de mercancía que se vende y que se compra. Los candidatos y los partidos ya no se preocupan tanto por el diseño de propuestas sólidas y bien elaboradas, sino, más bien, en la puesta en ejecución de una maquinaria demagógica y clientelar.

El partido y el candidato que ejerza el poder es quien tiene la mayor ventaja. Se ha convertido en práctica común hacer uso de los recursos del Estado para proyectar la aspiración del candidato oficialista e irse muy por encima de los demás aspirantes.

Se trata de situaciones que hay que superar para cederle el espacio a la expresión pura de los valores propios de la democracia.

Esto implica el establecimiento de regulaciones que contrarresten estos males claramente identificados.

En las democracias con mayor arraigo que la nuestra se nota que la política se ejerce a un nivel mucho más elevado.

Un ejemplo es que los candidatos se abren paso y buscan nicho de simpatía con planteamientos serios, dando muestra de respeto al pueblo y exhibiendo verdaderas dotes de capacidad. Debemos encaminarnos a estos fines.

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