Durante muchos años la figura de Carlos Piantini ha gravitado sobre la cultura musical dominicana y sus presentaciones, tanto en el rol de violinista solista como en el de director de orquesta, han sido aplaudidas y comentadas extensamente.

Cuando tenía unos siete años, más o menos, comenzó a estudiar solfeo con Josefita Heredia, y poco después el violín con Guillermo Jiménez, y a los diez años tocó por primera vez ante el público varias piezas cortas lo cual significó su inicio en la vida musical, ganándose el elogio de Enrique de Marchena, eminente intelectual y crítico musical de la época:

ACarlos Alberto, hombrecito en ciernes, artista temperamental, tiene un sentido rítmico como pocos grandes pueden tenerlo o adquirirlo a fuerza de método. Esta, su gran condición, sea quizás la que le llevará más lejos dentro de un estudio riguroso de Conservatorio. Luego reúne otras dos condiciones esencialísimas para triunfar: su tono, fuerte, afinadísimo para su poca edad, su alcance de posiciones; y luego, la más difícil aún, como es la de no temer al público y ejecutar ante él con absoluta naturalidad y despejo. (…) Carlos Alberto Piantini, (…) está predestinado a convertirse en luminaria de nuestra cultura pudiendo ser con el tiempo, y siempre y cuando salga a cursar estudios fuera del país, uno o tal vez el más grande violinista que haya producido la República. (Listín Diario. Mayo, 1937)

En 1938 llegó a Santo Domingo Willy Kleinberg, un gran pedagogo que había sido concertino de la orquesta sinfónica de Viena y director de la sinfónica de Bratislava, y Piantini tomó clases con él. En 1942, cuando Kleinberg se fue del país, el joven artista dominicano tomó clases con Friedman un maestro checo que estaba radicado en Santo Domingo , y ya en 1943 comenzó a hacer recitales con mucha mayor complejidad artística y técnica, interpretando obras de Bach, Handel, Kreisler, Beethoven y Sarasate, Pero en 1944 Piantini se quedó otra vez sin profesor, Emil Friedman también se fue del país y el padre del joven violinista dominicano decidió llevarlo a México donde ingresó en el Conservatorio y comenzó a estudiar con Henryk Szeriyng y Joseph Smilovits.

[b]DEBUT Y DESPEDIDA[/b]

Pero antes de viajar al país azteca Piantini cumplió con uno de sus más anhelados deseos entonces, realizó su debut como solista con la Orquesta Sinfónica Nacional, acontecimiento que tuvo lugar el 28 de febrero de 1944 en San Cristóbal. Lamentablemente, aquel concierto no fue recogido por cronista alguno, pero el mismo programa se repitió el 15 de mayo de 1944 en el teatro Julia de Santo Domingo y esta vez sí fue reseñado:

A[…] No es un elogio circunstancial la afirmación de que Carlos Piantini tiene enormes probabilidades artísticas. Su gran limpieza, su exactitud, su sonido Bfuerte y afinado y su gran sentido de la obra interpretada, se pusieron de manifiesto en la interpretación de este concierto. Piantini es un buen violinista y la proyectada ampliación de sus estudios en México habrá de completarle los detalles que le faltan, que no son muchos ni demasiado importantes. Su juventud es la mejor promesa. Tiene un arco muy seguro y un juego de dedos preciso y ágil, pero su mejor cualidad es la calidad expresiva, cálida y apasionada. El estudio y el tratamiento mecánico se encargarán de lo demás. En el concierto del Julia el público aplaudió entusiásticamente al joven violinista dominicano así como a la estupenda labor de la orquesta y de su director, Casal Chapí, que dirigió el Concierto de Mendelssohn de forma impecable@. (Alfredo Matilla. La Opinión. 19 de mayo de 1944)

Esta excelente crónica nos permite, a la distancia de seis décadas, hacernos una idea muy clara del ambiente musical de la época y sobre todo de conocer de primera mano como fueron los despuntes de un artista como Carlos Piantini, quien durante toda la mitad del siglo XX y en los primeros años del siglo XXI ha incidido en la cultura musical dominicana.