Debut exitoso de la Orquesta Filarmónica Hispaniola

Debut exitoso de la Orquesta Filarmónica  Hispaniola

Cuando se unen voluntades y vocaciones, aun en medio de circunstancias adversas, todo es posible. A finales del año 2019 se funda la Orquesta Filarmónica Hispaniola, que reúne a setenta músicos bajo la dirección del maestro José Miguel Taveras Auzón.

Pero la creación de una orquesta es un trabajo intenso, la pandemia no los detuvo, el aislamiento no impidió muchas horas de ensayos y hoy, dos años después, hemos sido testigos del fruto alcanzado.

El escenario escogido para el debut de la orquesta ha sido el Convento de los Dominicos, histórico y hermoso escenario cuya nave central se vio colmada de un público entusiasta. La entrada de los jóvenes músicos y luego del director, fue recibida con un caluroso aplauso de bienvenida.

Inició el concierto con un toque de trompeta –Andy Antonio Medina Díaz– una llamada, es la Obertura “Reinzi der letzte der tribunen” –Reinzi el último de los tribunos- de la ópera “Reinzi” de Richard Wagner.

Luego escuchamos una lenta plegaria, y de nuevo el toque de trompeta acompañado de trémolos en las cuerdas, seguidas por el estallido orquestal que evoca el júbilo, el triunfo.

La orquesta logró impactarnos, magnífico inicio, el “triunfo” es el augurio del futuro prometedor de la joven Filarmónica.

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Un momento fugaz pero importante, se escuchan los primeros aplausos que recibe la joven Orquesta Filarmónica.

La dominicanidad se expresa a través de la música del compositor José Dolores Cerón. En su poema sinfónico “A la caída de la tarde”, describe con notas que emanan de hontanares sonoros de cálida armonía, ese plácido momento vespertino, destacan los solos del clarinete –Jair Mejía-, el Fagot –Arnel Rodríguez, el corno –Anthony Aybar– y el Oboe –Hermes Núñez-.

El director, en un magnífico trabajo, consigue el acoplamiento de las partes, logrando de la orquesta ese toque sutil del entrañable poema sinfónico.

Captura 24
José Miguel Taveras Auzón

Presentación

Otra obra emblemática de nuestra cultura musical es la “Suite Macorix” del maestro Bienvenido Bustamante.

El primer movimiento es un bello “Atardecer”, luego un nostálgico cello –José Antonio Bonillo– presenta el primer tema del segundo movimiento, con sutileza se une la tambora y el rasgar tenue de la güira, hasta devenir en el ritmo evocador de un bolemengue.

Finalmente “El baile de los Guloyas” en una apoteosis rítmica, que desde sus asientos hace bailar al público, que devuelve con calurosos aplausos.

Del compositor estadounidense Samuel Barber, escuchamos su famoso “Adagio for Strings” Op.11 –Adagio para cuerdas-. Esta hermosa composición es un lamento espiritual, en el que encarna sentimientos profundos; inician los violines y violas, luego los chelos, todo culmina en un fortísimo, seguido de un silencio…

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Esta pieza escrita entre guerras, se asocia a la pena, utilizada en homenajes póstumos, oportuna en estos tiempos de incertidumbre. Precisa la dirección de Taveras Auzón al llevar la orquesta desde un mínimo nivel sonoro, hasta la máxima tensión.

A continuación los aires característicos de la música rusa inundó la estancia, de Nikolai Rimsky-Korsakov, la orquesta interpreta “La Gran Pascua Rusa”, llamada “Obertura de concierto” calificada también como “Poema Sinfónico”.

La obra, impresionante por sus colores orquestales, está basada en temas del “Obikhod” colección de cantos litúrgicos de la iglesia Ortodoxa Rusa.

Luego de una lenta introducción, con un solo de trompeta –la voz del arcángel- inicia la Obertura; después un “allegro”, solos de flauta –Laura Montero-, clarinete –Oscar Gerónimo– y trombón –Samuel Marrero-, conducen al ambiente festivo de la Misa del Gallo, con alegres toques de campanas.

La música nos regresa a tierras cercanas, el “Danzón #2” del compositor mexicano Arturo Márquez cierra el concierto. Con una tranquila y melancólica melodía con solos de clarinete –Héctor Quintero-, Oboe, Flauta –Ezequiel Frías-, Piccolo –Francisco Mojica-, sobre un fondo de percusión, al que se une el oboe –Pedro Muñoz-y cuerdas, inicia el famoso danzón; el piano conduce a un sereno baile de salón, que termina en un frenesí percusivo.

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