Década perdida Brasil: coste invisible de recesión

Década perdida Brasil: coste invisible de recesión

El aumento de la mendicidad en las calles y el deterioro de la infraestructura tal vez sean los síntomas más evidentes del declive económico y político de Brasil. Pero son las consecuencias menos visibles –como la cancelación de los almuerzos escolares y los recortes de investigación médica que podrían salvar vidas- las que podrían dejar un legado más devastador.
Años de ajustes tras el fin del auge de las materias primas han reducido el gasto gubernamental en educación, salud, investigación y vigilancia policial. La menor presencia policial ha derivado en un incremento de la delincuencia y una mayor deforestación de la región amazónica, viejos problemas brasileños que ahora se ven agravados.
Las consecuencias de la austeridad exacerban el casi universal desprecio por la élite política del país después de tres años de escándalo y, en un fenómeno que refleja una creciente tendencia en el mundo, hacen que se corra peligro de que lleguen al poder figuras ajenas a la política en las elecciones nacionales del año próximo.

“La recuperación del desarrollo perdido consumirá por lo menos toda la gestión del próximo presidente, en el mejor de los casos”, dijo Carlos Langoni, un exgobernador del banco central que dirige el Centro para la Economía Mundial de la Fundación Getúlio Vargas en Río de Janeiro.
“Como economistas y brasileños, nuestra gran frustración es que el país ya podría estar en otro nivel de desarrollo y bienestar social y que estamos perdiendo tiempo”.

La economía brasileña, que en el pasado fue el mercado emergente preferido de Wall Street, pasó de crecer un 7,5 por ciento en 2010 a contraerse virtualmente en igual porcentaje en los últimos dos años. El desempleo ha aumentado a un nivel récord, el PIB per cápita cayó a los niveles de 2009 y el déficit fiscal ronda el 10 por ciento del PIB. No hay indicios de que el gigante de Latinoamérica vaya a recuperar su estatus de grado de inversión en un futuro próximo.

Recientes reveses han hecho desaparecer buena parte de la esperanza que tenían los brasileños en relación con su país durante la década de 2000, cuando el alza de los precios de la soja, el café y el azúcar hizo que las exportaciones se triplicaran y que las arcas gubernamentales estuvieran rebosantes.
El ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva había recibido el elogio internacional por empezar a eliminar algunos de los símbolos del atraso de Brasil, desde la desnutrición hasta la destrucción de grandes sectores de la región amazónica.

Millones de brasileños salieron de la pobreza durante la gestión de Lula y empezaron a disfrutar de un estilo de vida de clase media.
Actualmente, a la mayor parte de la gente le resulta imposible acceder a una movilidad social ascendente en la rígida estructura socioeconómica del país.

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