Decepcionante y mediocre campaña electoral

Decepcionante y mediocre campaña electoral

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Faltando cuatro meses para la celebración de las elecciones presidenciales, el país está inmerso en una decepcionante, frustrante y mediocre campaña electoral en donde solo han predominado los insultos y las descalificaciones personales entre los aspirantes a la Presidencia, dejando de lado ofertas y soluciones más importantes para ver si el electorado prefiere seguir con lo que tiene o cambiar de montura ante algo más atractivo, honesto y creíble.

Nunca antes el país se había visto sumergido en una saturante campaña electoral, donde el volumen de gastos de los partidos supera la prudencia de quienes aspiran a ser dirigentes nacionales y la publicidad abrumadora, opaca y de poca imaginación, se desenvuelve en torno a denigrar al rival y no ser un vehículo que estimule la imaginación de los potenciales votantes al inclinarse por el político que sea menos mentiroso y menos mediocre en sus señalamientos para llevar al país por la ruta del bien común.

Lo que la ciudadanía ha visto, en cada día de esta masiva campaña electoral, es que la política es un negocio muy rentable y que deja pingües beneficios cuando se administran los recursos públicos, que cada año van en aumento por recaudaciones asombrosas, fruto de los bolsillos de los contribuyentes, agobiados por estrictos controles fiscales que engordan un fisco devorador que se nutre para disponer de más recursos, que no se traducen en el desarrollo y mayormente se transforman en fortunas para los políticos que tienen la suerte de medrar a la sombra de un Estado huérfano de honestidad, probidad y capacidad de sus integrantes.

La campaña actual, notable por la ausencia de pronunciamientos creíbles y firmes del manejo del Estado, se ha convertido en una descarada exhibición de recursos y de ambiciones de los aspirantes que ya no ocultan discretamente sus ambiciones, sino que desacreditan a los rivales pretendiendo presentarse como los menos corruptos y más capaces, para que sus seguidores puedan llevarse entre las uñas los recursos cada vez más abundantes del fisco y resarcirse de sus inversiones para llevar a su elegido al poder.

Da pena el bajo nivel intelectual de la campaña, donde los ataques comunes se presentan cada día con una oposición rabiosa y mentirosa, que pretende que se olviden las incapacidades y latrocinios de sus otras administraciones pasadas. Denigran a un gobierno que, bien o mal, ha vuelto a colocar al país en el sendero de la credibilidad y del desarrollo después de superar el colapso financiero provocado por el PRD y sus asesores en el 2003, pero que ahora pretenden que el pueblo no se acuerde de esos desastres y hacerse atractivos para que se les rescate de sus ignominias de la incapacidad y del despilfarro de los recursos públicos. Así el país volvería a caer en el sendero de la improvisación y en el despilfarro de los recursos públicos aparte de una deuda externa incontrolada sin saber el destino de los fondos recibidos.

Por otra parte, los aspirantes a la continuidad pretenden que el pueblo se olvide de su altivez y de creerse superiores a los demás mortales de la isla, despreciándolos por que ellos se han dignado a gobernarnos y se les debe dejar hacer lo que consideren lo mejor para los gobernados que no tienen capacidad para discernir criterios correctos, ni mucho menos reclamar rectificaciones a sus pautas del buen gobierno, muchas muy mal aplicadas y peor implementadas, en especial cuando ocurren los desastres naturales similares a las tormentas Noel u Olga, que ya conocemos los desaciertos cometidos inducidores de tantas pérdidas y dolor a humildes familias afectadas por las aguas desbordadas de los ríos.

Y tal como proclamara el presidente Fernández, en su acelerado proceso de atracción de apoyo, de que no se puede entregar el poder a manos inexpertas, lo cual no deja de ser verdad, rebelándose con ese decir su alegada y creída superioridad, dechado de buenas intenciones y de capacidad en una muy particular tradición peledeísta, fruto de esos antiguos e intensos círculos de estudios, que transformaron conductas y creencias de cientos de jóvenes, para situarse como los herederos de Juan Pablo Duarte, y como los únicos capaces de salvar a la nación de sus demás hijos, llenos de lacras y debilidades de la burguesía, que no son capaces de discernir qué es lo mejor para el destino nacional. Esa formación clasista de tantos valiosos jóvenes, los colocaba en la década del 70 en el sendero de lo que se había hecho en la década del 30 en Alemania, donde se proclamó la superioridad de la raza aria y ya conocemos los funestos resultados para el mundo de lo que tal posición ocasionó en la raza judía. Si en verdad el PLD quiere seguir gobernando, por ser lo menos malo, debe sacudirse de su complejo de superioridad y darse cuenta que todos somos dominicanos con virtudes y defectos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas