Decididos a no volver atrás llegan residentes de La Nueva Barquita

Decididos a no volver atrás llegan residentes de La Nueva Barquita

Con la decisión firme de no volver a la vieja Barquita y de buscar la forma de suplir lo que les pueda faltar del lugar, ayer llegaron los primeros inquilinos al nuevo condominio, tras la inauguración oficial del pasado miércoles.

“¡Jesús!, yo ahí no vuelvo a nada. Es más, si tengo que ir para Los Mina me tapo los dos ojos, para ni mirar para allá”, expresó Domingo Antonio Polanco, un anciano discapacitado de 72 años, que no esconde su sonrisa de satisfacción por estar en La Nueva Barquita.

Dice que los colmados le quedan lejos ahora, pero que no importa lo que haya que resolver para mantenerse ahí. Asegura que hasta de su salud se sintió mejor, tan pronto llegó al lugar, que describe como ‘una maravilla’.

En los bloques B14, B15 y B16 era común escuchar una algarabía cada cierto momento, hecha por el grupo que llegaba.

Primero se estacionaba un camión con mudanzas y detrás, un minibús con las familias que correspondía.

Según con el equipo de traslado, ayer completarían las 25 familias llevadas a su nueva vivienda, en una jornada que iniciaron antes de las 8:00 de la mañana, y así continuarán durante las siguientes semanas.

Esperando los vecinos. «Hey! Manín, ya tamo’ aquí», decía un joven a otro mientras estaban en los balcones de sus casas, ubicadas de frente, pero en dos edificios distintos.

Mientras, doña Virginia López, miembro de una de las primeras familias que se mudaron previo a la inauguración, recibía con alegría a sus vecinos y familiares que iban llegando.

«Ya no voy a estar sola aquí. Está llegando toda mi gente, gracias a Dios. Voy a poner una carnita, para mis hijas que vienen ahorita», dijo entusiasmada.
Otra que dice que no mirará más hacia atrás es Nalda Amador, de 29 años, que llegó a

La Barquita a los seis años. “Jamás, ni me lo digas”, fue la reacción de la joven madre, ante la pregunta.

Dice que no tiene trabajo, porque ayudaba a su hermano en un colmado del barrio y su esposo también está desempleado, pero está decidida a buscar qué hacer para echar hacia adelante.

Mientras acomodaba sus muebles recién forrados, luego de soportar tantas inundaciones del río Ozama, repetía a alguien que la acompañaba, que aún no creía lo que estaba viviendo. «Ay amiga, usted no sabe las veces que tuvo uno que salir con los trastes al hombro a buscar donde quedarse”, recordó.

Dijo que cuando le hablaron del proyecto no tuvo mucha fe porque de ellos nadie se acuerda, pero cuando vio que era una realidad todo fue distinto.

“Esto fue tan grande y Dios estuvo tan presente que en lo que construyeron esto el río no subió ni una vez, aunque amenazaba”, dijo visiblemente emocionada.

A buscar trabajo. A Elvita Alcántara hasta la voz se le iba. Dijo que cuando le dieron esa llave y entró a su vivienda no pudo detener dos lágrimas que le corrieron por el rostro. Solo en ese momento supo que todo lo que le habían dicho era verdad.

Tiene la dificultad de que en la vieja Barquita vivía de una freiduría y ahora no la podrá instalar en el nuevo condominio porque está prohibido. Sin embargo, está dispuesta a buscar trabajo para mantenerse.

Mientras Lourdes Pérez Reyes también recién instalada, decía que en lo adelante iba a comprar cositas de a poco para adornar su vivienda, porque donde residió toda su vida no podía tener nada porque el río se lo llevaba o se lo dañaba.

Cuenta que vivía casi dentro del río, y eso le provocó que por años no haya podido curarse del pie de atleta o mazamorra, que afecta sus pies por la exposición constante a las aguas del río. “Yo espero que ahora sí me cure”, expresó mientras atendía a los empleados de Edeeste, que le hacían el contrato.

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