Ha sido tema obligado durante toda la semana. Por ello, me resistía a caer en la tentación de repasar nuestros lamentos. Y es que, en la búsqueda de la igualdad, deberíamos empezar a quejarnos menos. Ayer cambié de opinión.
El asesinato de Genaisy Báez Mejía el martes pasado me llevó al punto que había querido evitar: reconocer que aún las mujeres vivimos en vulnerabilidad.
Genaisy, de apenas 23 años, se convirtió en la víctima número 24 de la violencia doméstica: murió estrangulada por su compañero, Fernando Reyes Pimentel, quien luego se envenenó.
Veinticuatro mujeres muertas en dos meses y nueve días es demasiado. Algo hay que hacer para que el amor no siga siendo sinónimo de muerte, dolor.
No sé qué harán las autoridades para educar a los hombres y evitar que sus celos les lleven a asesinar. Duele ver que los casos se suceden con tanta frecuencia que a mucha gente le suena como algo normal.
Evitemos que con esto suceda lo mismo que con la mayoría de las situaciones que afectan a la mujer: de tan frecuentes, muchos no las ven o no las aceptan.
Esta semana no quería hablar de asuntos femeninos. Como no creo en el Día de la Mujer, ya que me sabe a discriminación, quería hablar de economía, corrupción, política en fin, de cosas de hombres.
La realidad puede más y me obliga a clamar por la equidad en el respeto a la vida. Así como necesitamos equilibrio en lo económico, social y doméstico, ahora les pedimos que hagan como nosotras cuando nos dicen adiós: dejar marchar y seguir viviendo. Se llama dignidad.