Decisión acertada

Decisión acertada

El presidente Hipólito Mejía ha actuado con acierto al decidir que retornen a su patria los soldados dominicanos enviados a Irak para tareas de reconstrucción.

Al dar este paso, el Presidente corrige el yerro que hubiese significado la permanencia de nuestras tropas en territorio iraquí por el tiempo acordado en principio, después del retiro de las fuerzas españolas. Dejarlos allí en semejantes circunstancias era colocarlos a merced de serias barreras idiomáticas, aparte del incrementado riesgo físico determinado por la disminución del número de regulares ante una violencia cada vez más feroz, desencadenada por la resistencia.

El envío de soldados dominicanos a Irak fue un compromiso objetado por muchos sectores del país, entre ellos las iglesias Católica y Evangélica, organizaciones políticas y entidades de la sociedad civil, que entendieron desde un principio que era contraproducente intervenir en el conflicto desencadenado por Estados Unidos bajo argumento de la supuesta existencia de armas de destrucción masiva en ese país. Hoy por hoy, esas armas no han sido encontradas y parece seguro que no existen, al menos en ese ámbito. El ataque y la ocupación contra Irak han perdido méritos precisamente porque los hechos no se han correspondido con los argumentos que motivaron esas acciones.

Como decisión política, el retiro de las tropas dominicanas en Irak elimina, para un Presidente que aspira repetir en el mando, el creciente riesgo de bajas en vísperas de unas elecciones cruciales para su proyecto político.

Si bien es cierto que la lucha contra el terrorismo entraña sacrificios, sobre todo después que hemos visto las terribles vivencias de Nueva York y Washington, y más recientemente de Madrid, España, hay que estar claro en que a nuestros pueblos, que han sufrido en carne propia la ignominia de la intervención armada, no les luce incorporarse a fuerzas militares interventoras de otros pueblos, aún sea a título de brigada de reconstrucción.

Por eso entendemos que el Presidente Hipólito Mejía ha tomado una decisión juiciosa. Ojalá que de repetirse aventuras como estas, la decisión no sea tomada por la voluntad de un solo hombre, por más poderoso que éste sea, sino por un consenso sobre el cual graviten todas las fuerzas de la nación.

[b]Mensaje horroroso[/b]

Cuando a una persona revestida de autoridad se le castiga por cumplir el deber que le ha sido encomendado, se está dando a la sociedad un mensaje horroroso, con una moraleja que desdice de los principios de moralidad y decoro.

Quisiéramos pensar que hay un error, una distorsión, y que el encierro y aislamiento a que ha sido sometido el sargento Gerardo Ramírez Vicioso, adscrito a la seguridad de Aduanas en el aeropuerto Las Américas, no obedece al hecho de oponerse a que un coronel introdujera al país una maleta con joyas sin pagar los impuestos correspondientes.

Quisiéramos creer que el acto de indisciplina que se le atribuye a este sargento no es precisamente el haber hecho honor a las funciones por las cuales devenga un salario del Estado, para que haga cumplir las leyes de Aduanas y evite que la gente «cuele» mercancías sin pagar, o de contrabando que es lo mismo.

Si estamos equivocados y el arresto realmente obedece a las causas denunciadas por sus familiares y compañeros de labores, entonces liquidemos este país y el último en salir que apague la luz.

De todos modos, sería muy prudente que la Policía no prolongara por mucho tiempo el arresto disciplinario de uno de sus miembros sin previamente fijarle el juicio que le corresponde.

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