Decisión inesperada

Decisión inesperada

Pocos hombres he conocido más enemigos del trabajo que aquel amigo, que se jactaba de que “nunca había dado un golpe”.

Hijo único de un matrimonio de mediana clase media, sus progenitores lo adoraban, y cortaban el tema de conversación cuando alguien les sugería que pusieran a su heredero a sudar la frente.

Lo peor fue que el afortunado trabajófobo, en materia de estudios llegó apenas a un primer año del bachillerato, y no faltó quien afirmara que el tipo pensaba con faltas de ortografía.

“Cuando le cruza por la azotea cerebral la palabra océano, la visualiza con la letra ese- me dijo uno de sus allegados.

Pero así como detestaba cualquier forma de labor física o intelectual, el personaje era un fervoroso amante de los mundanales placeres, sobre todo del consumo de bebidas alcohólicas y de las relaciones chiveriles con féminas.

Y como era coleccionista de cuentos de todos los colores, incluyendo los de tono rojo encendido, muchos amigos le pagaban tragos y comidas en restaurantes para que “les alegrara la mesa”.

Es oportuno citar que sus más de seis pies de estatura, y su figura esbelta, le concitaban la admiración primero, y la amorosa entrega posterior, de muchas mujeres con holgada posición económica.

Por eso afirmaba que si sus padres le negaban el apoyo económico, siempre tendría una mujer adinerada dispuesta a mantenerlo, desde lo relacionado con la masticación de alimentos, hasta la vestimenta y los tragos.

El vividor asistía con cierta frecuencia a los prostíbulos, y con su gallardía y sus cuentos jocosos lograba que algunas de las meretrices le pagaran lo que consumía, y lo liberaran del pago por sus servicios.

Cuando sus amigos nos enteramos que el hombre se había vuelto loco por una prostituta, la sorpresa fue general.

Y a la sorpresa siguió el estupor, y luego las carcajadas, por la forma que usó el informante para ofrecer la noticia.

-Señores, ustedes no lo van a creer, pero a Fulano una prostituta lo honró y lo mudó.

 

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