La habilidad que más aprecio en cualquier persona es la de poder “hacerse cargo de las circunstancias”; o sea, lograr comprender una situación “sin disponer de todos los datos”. Ningún político obtiene siempre la totalidad de la información privilegiada o “confidencial”. Debe tomar decisiones acertadas teniendo algunos cabos sueltos. Un chofer ha de saber como está el transito en una avenida sin haber visto todos los vehículos. En las carreteras, su obligación básica es “adivinar” cuantos carros pequeños viajan delante de un camión enorme que los oculta. Unas cosas se perciben con los ojos; otras se conocen por medios “olfatorios”, intuitivos, de una “mecánica intelectiva” que desconocemos.
Lo que le ocurre a un chofer o a un político, también les sucede a los filósofos y a los científicos. Astrónomos y físicos investigan la mitad de las cosas con la razón; y la otra mitad a tientas. Esto vale para Ptolomeo, Copérnico, Galileo, Kepler o Einstein. Las genialidades de hombres como Tales de Mileto o Pitágoras, incluyen algunas acrobacias mentales sin soportes en la realidad. Ellos ejecutaron brincos de la lógica, parecidos a los saltos con pértigas de los atletas de campo y pista. Descartes, Bacón, hicieron lo mismo. Los hombres de empresa, como es de rigor, no escapan a estas “reglas universales”.
Las decisiones de negocios, aunque tengan asideros en las estadísticas, en cálculos actuariales y tendencias históricas, conservan un “coeficiente de incertidumbre”, factor constante inevitable. Los empresarios inteligentes saben que el entendimiento realiza operaciones que no comprenden los matemáticos, ni los expertos de la lógica. La mente anda por caminos intrincados que los psicólogos no han conseguido explorar debidamente. De modo repentino, llegan a conclusiones que requerirían de varios teoremas entrelazados. Esos empresarios con éxito no saben, exactamente, de dónde “les vinieron las ideas”.
Artistas y escritores trabajan a veces en sus obras sin sospechar “dónde irán a parar”. Igual que todos los demás hombres, viven sin conocer “los datos completos” de los problemas que habrán de enfrentar. Se angustian por ello, como los políticos y los empresarios, pero se acomodan más fácilmente que los científicos a que las cosas sean así. Los aciertos artísticos, expresivos, de pensamiento, salen de donde menos se espera. (2016).