Declaraciones desafortunadas

Declaraciones desafortunadas

JOSÉ LOIS MALKUN
Las declaraciones realizadas recientemente por el Director de Impuestos Internos en el almuerzo del periódico HOY, nos parecieron desafortunadas e imprecisas causando cierta consternación en varios sectores del país que ya se han pronunciado sobre el tema.  Además, este funcionario, que cumple su rol recaudador con eficiencia, no necesita incursionar en la política para justificar lo injustificable y cuestionar las opiniones de otros candidatos sobre lo que debe ser una estrategia fiscal integral y coherente. Porque eso es lo que nunca hemos tenido en la República Dominicana.

Sobre esas declaraciones, queremos hacer algunas observaciones que contradicen los planteamientos hechos por el Director de la DGII, donde lo observado en gran parte del mundo es todo lo contrario a lo que él supone.

 1. Es totalmente falso que si el Impuesto Sobre la Renta (ISR) se reduce al 15%, el país se derrumbaría. El ISR apenas representa alrededor del 22% de las recaudaciones totales, por lo que su reducción al 15% significaría una supuesta caída en los ingresos equivalentes a unos 13 mil millones de pesos, dinero que le sobraría al Gobierno si manejara el gasto público con un poco mas de decencia y escrúpulos.

2. Se ha demostrado hasta la saciedad que esta reducción en el ISR siempre se traduce en aumentos substanciales de los ingresos debido a que los contribuyentes prefieren pagar sus impuestos antes que correr el riesgo de evadir, lo que le representaría un costo mayor. Pero con la actual tasa de 29% en el ISR y las múltiples cargas impositivas que este Gobierno ha introducido en sus tres reformas fiscales, todos prefieren correr el riesgo de evadir antes que cerrar sus negocios.

3. De hecho, países como El Salvador, con una de las economías más robusta de la región, redujo su ISR a 10% hace muchos años aumentando substancialmente las recaudaciones y reduciendo al mínimo la evasión fiscal. Por eso, es falso de toda falsedad que esta reducción en el ISR derrumbaría al país, ya que los ingresos fiscales crecerían en vez de reducirse.

4. Esta injusta, avasallante y voraz política impositiva del Gobierno, complementada con una política monetaria restrictiva y distorcionante, nos están conduciendo hacia un peligroso desequilibrio externo que ya comienza a mostrar sus síntomas desestabilizadores. El déficit de la balanza comercial del 2006 alcanzó la astronómica cifra de 4,750 millones de dólares duplicando el que existía hace dos años. Si a todo esto le agregamos el degradante y vergonzoso gasto del Gobierno para promover la reelección presidencial, estamos a las puertas de una crisis moral, institucional y económica, sin precedentes en la historia del país.

5. Creemos firmemente, que se impone con urgencia una reforma fiscal integral que remueva de raíz la regresiva e injusta estructura tributaria de República Dominicana, donde el crecimiento de la producción y el empleo privado sea el principal objetivo de una estrategia desarrollista, sana y sin distorsiones politiqueras. Esa nueva política fiscal debe asimismo, incluir mandatos claros e innovadores sobre como controlar el gasto público, amparados en nuevas leyes y regulaciones que penalicen duramente el uso abusivo de los recursos públicos en promover la reelección presidencial, incluyendo la repartición del dinero de los contribuyentes para fines políticos.

Lamentablemente, para entender esta realidad se necesita ser algo más que un buen recaudador. Se necesita tener una visión desarrollista del país y no politiquera. Se necesita conjugar principios básicos de economía, con el bien común y se necesita, ante todo, integridad y ética para manejar el gasto público. Porque iniciar una obra como el Metro y ejecutarla como se esta haciendo, es una inmoralidad que solo en un Estado fallido, puede aceptarse sin cortapisas.

Por el camino que vamos, le estamos siguiendo los pasos al Chavismo de Venezuela. Reelección sin límite, uso de los recursos públicos para repartirlo entre los seguidores y control mediático a través de la propaganda desmesurada. Con esa practica, la democracia y la institucionalidad se van desvaneciendo aunque seguiremos escuchando discursos idealistas cargados de poesías.

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