Dedican ceremonial del Casandra a Eduardo Brito

Dedican ceremonial del Casandra a Eduardo Brito

Los premios Casandra 2005, a celebrarse el lunes 21 en la Sala Principal del Teatro Nacional, serán dedicados al inmortal Eduardo Brito, con motivo de conmemorarse en esa misma fecha los cien años del nacimiento del cantante nacional.

Precisamente, la gran sala del Teatro Nacional, donde anualmente se celebra la gala de la única premiación que reconoce el talento artístico criollo, fue bautizada en 1997 con el nombre de Eduardo Brito.

La información fue ofrecida por Feliz Vinicio Lora, presidente de Acroarte, quien manifestó que “el pueblo dominicano tiene una deuda de gratitud con Eduardo Brito, quien en la década de los años 40 recorrió los principales escenarios de América y Europa, poniendo en alto con su arte el nombre de la República, lo cual le hace merecedor de este gran homenaje”.

Al resaltar la trayectoria artística de Eduardo Brito, Feliz Vinicio señaló que con este reconocimiento “Acroarte rescata del olvido la figura de nuestro cantante nacional y se pone a la vanguardia de las instituciones y personalidades que propugnan porque a partir de este momento, el recuerdo de Brito permanezca fresco, generación tras generación y que su gloria de cantor sea mantenida a la altura de sus merecimientos”.

MAS DE BRITO

Eduardo Brito nació el 21 de febrero de 1905, en el paraje El Higo, Cerro De Nava, sección Blanco, siendo bautizado como Eleuterio Aragonés. Al cabo de los años sería la más grande figura del canto en República Dominicana y una de las voces más sobresalientes de toda nuestra América.

A la edad de 10 años, Eleuterio cantaba acompañándose con una latita, palitos y un rudimentario instrumento fabricado por él mismo, semejante a una guitarra. A la vez que cantaba, desempeñó en su infancia los más variados trabajos.  Al cumplir los 16 años se fugó del hogar materno y se fue a Santiago, donde recibió refugio en La Casa de Bélica, en la calle San Severo. En esta ciudad desempeñó el oficio de limpiabotas, y al cabo de unos meses conoció a Chita Jiménez, otra gloria del canto. Y así, mientras brillaban los zapatos de su muy numerosa clientela, entonaba con su potente y afortunada voz las melodías de moda.

En poco tiempo el artista en ciernes se convirtió en el favorito de las serenatas que para la época se ofrecían en abundancia en la romántica ciudad. Allí cantó con un grupo musical en el Café Yaque, donde ganó buen dinero y fue aplaudido delirantemente por la concurrencia. Así se inicia su exitosa carrera que no pararía hasta la hora de su muerte.

Recorrió varias ciudades del país, trabajando para sostenerse y cantando. Salvador Sturla quedó maravillado con su voz, y Julio Alberto Hernández lo conoció en 1925, interesándose por su educación musical. En esos años Brito conoció a Piro Valerio, Chencho Pereyra y Bienvenido Troncoso. En 1928, con la dirección de don Luis Rivera, se formó el famoso Cuarteto de Rigoletto, de Verdi, siendo escogidos para la representación Eduardo Brito, Susano Polanco, Catalinita Jáquez y Petrica Comprés. La función fue un éxito en el Teatro Ideal de Santiago, y constituyó el primer gran triunfo de Brito al más alto nivel profesional.

El 3 de noviembre de 1929 casó con Rosa Elena Bobadilla, quien se convertiría en su compañera sentimental y artística. Brito contaba con 24 años de edad y Rosa Elena 17. Luego de la boda salieron en gira por Haití, Curazao y Puerto Rico, y a su regreso recibieron los más cálidos elogios. Luego partieron a NuevaYork, donde realizaron grabaciones para el sello  RCA. Los primeros temas grabados por Brito fueron “La Mulatota”, de Piro Valerio, “Lucía”, de Machilo Guzmán con letras de Joaquín Balaguer; “Mi llegada a Macorís”, de Bienvenido Troncoso, y otras más. Además, la pareja actuó con éxito en distintas salas de espectáculos de Nueva York.

ÉXITO INTERNACIONAL

En 1932 es contactado en la gran urbe por Eliseo Grenet, compositor y músico cubano, quien dirigía la compañía Cubanacán y estaba preparando una gira artística a España. Al llegar a Barcelona, Brito actúa en la zarzuela “La Virgen Morena”, destacándose con los temas “Lamento esclavo” y “Mi vida es cantar”, los cuales tenía que repetir varias veces en cada presentación, a petición del público. Se convirtió en el nuevo ídolo del gran público español. Continuó cosechando éxitos con “Los gavilanes”, “La gioconda”, arias de Tosca y otros temas, con los cuales recorrió América y parte de Europa.

En 1944, estando en Nueva York, le llegaron de nuevo problemas de salud que había sentido años antes; estaba perdiendo facultades vocales, realidad que lo agobiaba y desesperaba. Comienzan sus trastornos mentales. Rosa Elena espera su tercer hijo (los dos anteriores habían nacido en 1940 y 1942). No tenía bienes, había perdido todos sus ahorros en la quiebra bancaria norteamericana. 

Una hermana de Brito le proporciona los pasajes para su retorno a la patria junto a su familia. En mayo de 1944 regresa Brito a su amada Quisqueya, para no irse jamás. Tras un examen médico, el doctor Zaiter indicó que Eduardo Brito tenía sífilis cerebral, lo cual le producía trastornos nerviosos, delirio de megalomanía. Terminó sus días  encerrado en una mazmorra del manicomio de Nigua. Murió a las 2:00 de la mañana del 5 de enero de 1946.

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