Es urgente que los dominicanos tomemos conciencia sobre la necesidad de preservar y defender nuestro medio ambiente, especialmente los ríos, arroyos, playas y zonas acuíferas.

Causa mucha indignación ver cómo ciudadanos desalmados lanzan desperdicios a las calles y en el entorno, sin miramiento alguno.

La celebración de la Semana Santa indicó hasta qué punto está llegando esta actitud de los dominicanos. En cada balneario, río, arroyo, laguna y playa quedó un despojo de platos plásticos, vasos, fundas, botellas  y vidrios cortantes.

A nivel educativo se debe preparar al ciudadano para  que tenga responsabilidad social.

Se habla que uno de los grandes problemas que enfrentarán muchos países será la falta de agua. De hecho, ya existen naciones donde el preciado líquido es un dolor de cabeza.

En República Dominicana ya son escasos los ríos de aguas cristalinas y saludables. Se ve claramente como es cada vez más tenue el fluir de las corrientes. Lo único que se aprecia es agua turbia, estancada, mal oliente y desprovista de vida.

La tala indiscriminada va dejando rocas blanquecinas y golpeadas por un sol candente que evapora velozmente el poco líquido en el suelo.

Otro ingrediente que vulnera nuestro entorno es el afán de lucro y el abuso del poder.

Por el sendero que vamos la futura generación sufrirá las consecuencias de este comportamiento preocupante.

Creo que deben aplicarse penas contundentes contra esta tendencia.

Es urgente la creación de un cuerpo vigilante y represivo que esté al acecho de quienes ensucian las calles, las fuentes acuíferas y que asesinan árboles y vidas silvestres sin compasión.

Haití constituye el mejor ejemplo de lo que ocurre cuando no se le pone freno a la depredación indiscriminada del medio ambiente.