Defender la honra para defender la vida

Defender la honra para defender la vida

En la Era de Trujillo se puso de moda el Foro Público.  Los muchachos de hoy no lo conocieron, ni siquiera habían nacido. Era una manera infame e infamante mediante el cual el Jefe denunciaba, extorsionaba, chantajeaba y eliminaba social y políticamente a adversarios y colaboradores que no se advenían a ser sumisos y responder a sus apetencias personales o a su inefable poder omnímodo.

Ajusticiado Trujillo y abiertas las compuertas de las libertades publicas y el respeto a los derechos humanos y del ciudadano, el Foro Público y otras simbologías del poder maldito, desaparecieron. Pero huérfanos de una cultura civilizada e institucional, reaparecen otras formas de degradación cívica y moral: el chisme como industria y el pasquín irresponsable, donde se mezclan medias verdades con grotescas mentiras para descalificar figuras públicas, muy distantes a las denuncias responsables, valientes,  no temerarias, de  medios que se hacen cargo de la defensa de muchas voces ahogadas que no tienen respuestas a sus justos reclamos.

Entonces nos encontramos junto con periodistas y personalidades íntegras, honestas, comprometidas con las causas sociales y los intereses de la nación; otros que se acomodan y se doblegan al poder de los pocos poderosos dueños del país de todos, y nos encontramos, modernamente, con la valerosa voz de las redes sociales que se proponen y quieren un cambio radical, idealista, conforme con su percepción de las cosas: el que no cambia todo no cambia nada.  Cero de tolerancia. Andan de prisa. Se llevan de encuentro, condenan y sepultan en el cadalso del rumor público a los “corruptos” de su preferencia o aquellos de encargo.  Grave pecado es la defensa del honor y la debida consideración.  Muestra de debilidad y de sin razón es la rectificación del sabio, la humildad del perdón del equivocado. 

Si alguien se siente con el derecho de defender su causa y hacerla pública, luego que fuera negada la oportunidad de ser oído o que habiendo sido oídas sus razones, se hubiese corregido o rectificado el infundio, esas voces iracundas persisten, confundidas en sus propias redes, se envalentonan, desafían,  chantajean y confrontan a sus propios aliados naturales por atreverse a hacer un llamado a la cordura y a la reflexión.  “Esos personeros sentimentales que por razones familiares cambian de bando” fue la respuesta a mi mediación y al artículo anterior “El álbum de los rumores y la presunción de inocencia.”

¿Si se pierde el honor, o se da por perdido de qué vale la vida?

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