Defender nuestra soberanía

Defender nuestra soberanía

JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ ROJAS
He escuchado en la emisora radial «La Voz de las Fuerzas Armadas» que el deber de nuestras fuerzas armadas es velar y defender nuestra soberanía de toda potencia extranjera, llegando hasta el sacrificio de ofrendar la vida en caso de ser necesario. Creemos que este concepto en el cual se fundamentó la creación de nuestras fuerzas armadas debe sufrir, en estos tiempos en donde los organismos internacionales garantizan la paz, cambios profundos en cuanto a su conceptuación.

El temor a una invasión por parte de nuestro vecino, que estuvo muy en boga en la era de Trujillo y que se venía arrastrando desde que los expulsamos en 1844 y logramos nuestra independencia, ha dejado de constituir un peligro por haberse convertido Haití en uno de los países más pobres y con una de las densidades de población mayores del mundo. A decir de grandes analistas, sin la ayuda internacional masiva, no se puede considerar un estado organizado ni tampoco autosuficiente, por lo tanto, su válvula de escape lo constituye el territorio dominicano.

Como ya no tenemos que abrigar aquel temor ancestral de una invasión militar, debemos evitar la invasión pacífica que día a día y en grandes cantidades de personas atraviesan para nuestro lado en busca de mejoría, pero también contribuyendo al agravamiento de nuestra situación económica, que no soporta ese pesado fardo. El inmigrante haitiano, la gran mayoría analfabeto y con enfermedades endémicas que las diseminan en nuestro país, dejó de ser únicamente el bracero en las colonias de caña, sino que ha desplazado al criollo en tanto en mano de obra para la construcción como en las faenas agrícolas. También incursionan en labores de «chiripeo» y en personal secundario de los grandes hoteles dedicados al turismo.

En la villa de Constanza, las Fuerzas Armadas establecieron un cuartel en donde se entrenaba un cuerpo especial que el vulgo, emulando a un similar en los Estados Unidos denominó «boinas verdes». Su capacidad, resistencia y maniobrabilidad era alabada como excepcional. Sin embargo, el pueblo de Constanza siempre se quejó de las arbitrariedades, dado que en algunas ocasiones atropellaban a los laboriosos ciudadanos poseedores de una de las zonas agrícolas más productivas del país.

La frontera dominico-haitiana, según expresó el Director de Migración, es prácticamente inexistente. Allí, por unos pesos, los que deberían ser celosos guardianes de la misma permiten la penetración no solo de personas indocumentadas, sino también el contrabando, desde vehículos, mercaderías y hasta de drogas. Esto lleva a la conclusión de que las tropas regulares del Ejército Nacional son incapaces de regular la frontera. Entonces, por qué no destinar los eficientes «boinas verdes de Constanza» para que controlen la región fronteriza y se acabe el caos reinante que ha visto desde secuestros de nuestros nacionales hasta el abigeato realizado por bandidos de ambos países.

Ahora que en la región fronteriza se establecerán zonas francas amparadas por una ley de incentivo, se necesita que haya estabilidad, sosiego y orden para que esas industrias progresen y lleven aliento a esa depauperada y olvidada demarcación. Nuestros militares no deben de seguir con la innoble tarea de ser conductores de hijos de generales y hasta de queridas hacia la escuela. Tampoco, guardaespaldas de politicastros culpables de la mayoría de los males que como país nos aquejan. Menos de abre puertas en algunas dependencias oficiales. Su labor debe ser patriótica, tal y como se especifica en los códigos militares. El secretario de las Fuerzas Armadas, ante la ineficiencia de los otros cuerpos castrenses, debe enviar a la frontera, lo mejor y los más eficientes soldados que tenemos. El país y las futuras generaciones le estarán agradecidos del deber cumplido.

 

Publicaciones Relacionadas

Más leídas