El expresidente Donald Trump, acusado de mal manejo de documentos secretos, está a punto de ir a juicio en un tribunal federal en Florida. Pero a unos 1.500 kilómetros (950 millas) de distancia, la defensa de Trump ya ha comenzado en una sede muy distinta: el Congreso, donde los republicanos se preparan desde hace meses para librar una contraofensiva contra el Departamento de Justicia.
La imputación federal contra Trump, hecha pública el viernes, contiene 37 acusaciones de que el expresidente estuvo en posesión intencional de documentos secretos, los mostró a visitantes, desafió las órdenes del Departamento de Justicia de entregarlos y mintió a las autoridades federales acerca de ellos. Las pruebas consisten en declaraciones y acciones del propio Trump, tal como las relataron abogados, colaboradores y otros testigos.
La campaña republicana para desacreditar a los fiscales federales pasa por alto el contenido de las acusaciones, presentadas por un jurado de instrucción en Florida. En lugar de ello, los legisladores republicanos, tal cono vienen haciendo desde hace años, difunden el argumento de que las fuerzas de la le —y el mismo presidente Joe Biden— conspiran contra el expresidente y ahora aspirante a la candidatura republicana para 2024.
“Hoy es, en verdad, un día sombrío para los Estados Unidos de América”, tuiteó el presidente de la cámara, Kevin McCarthy, poco después que Trump anunció el jueves por la noche en su red social que la acusación era inminente. McCarthy culpó a Biden, quien guarda silencio sobre el caso y se ha limitado a decir que no se inmiscuye en las decisiones del Departamento de Justicia.
McCarthy dijo que es una “injusticia grave” y que los legisladores republicanos “obligarán a la rendición de cuentas por esta utilización descarada del poder como arma”.
Los legisladores republicanos en la cámara baja han sentado ampliamente las bases para la defensa de Trump desde que ganaron la mayoría en enero. Una serie interminable de audiencias con agentes del FBI, directivos de Twitter y funcionarios federales ha intentado ilustrar la narrativa de un gobierno corrupto que despliega sus armas contra Trump y la derecha. Una subcomisión de la cámara, dirigida por los republicanos, sobre la utilización del gobierno como arma (“weaponization”) está investigando al Departamento de Justicia y otros organismos del gobierno, al tiempo que los republicanos investigan a Hunter Biden, el hijo del presidente.
“Es un día triste para Estados Unidos”, dijo el presidente de la Comisión Judicial de la cámara, uno de los principales defensores y aliados de Trump en el Congreso, en un comunicado el jueves por la noche. “Dios bendiga al presidente Trump”.
El representante Andy Biggs, de Arizona, fue más estridente. “Hemos entrado en una fase de guerra”, tuiteó. “Ojo por ojo”.
Los demócratas dicen que los republicanos difunden teorías conspirativas, con consecuencias potencialmente peligrosas. El líder de la mayoría en el Senado, Chuck Schumer, y el de la minoría en la cámara de represenrat, Hakeem Jeffries, ambos demócratas, emitieron un llamado a la calma y que se permita al caso Trump “desarrollarse pacíficamente en la corte”.
La retórica republicana “no solo socava el Departamento de Justicia sino que viola el principio esencial de la justicia, de que nadie está por encima de las disposiciones de la ley, ni siquiera un expresidente ni un autoproclamado multimillonario”, dijo el legislador Jamie Raskin, el demócrata de mayor jerarquía en la Comisión de Supervisión de la cámara.
Algunos elementos clave de la estrategia republicana son desacreditar a los fiscales e investigar a los investigadores, un manual de táctica que los republicanos emplearon durante la presidencia de Trump cuando su propio Departamento de Justicia investigó sus conexiones con Rusia y nuevamente en abril, cuando Trump fue implicado en una investigación de sobornos en Nueva York.