Deficiencias de la educación

Deficiencias de la educación

SAMUEL SANTANA
Desgraciadamente hay que seguir diciéndolo, el sistema educativo de República Dominicana es sumamente deficiente.

Y son muchos los elementos negativos que gravitan en su contra.

La primera falla proviene del mismo Gobierno. No sólo de éste sino de todos los que han pasado por la administración pública.

Pero lo cierto es que uno pensaba que en una gestión del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) esta condición perniciosa podría cambiar.

Estamos hablando del sistema político que fundó el profesor Juan Bosch, hombre de amplia formación cultural y quien planteó siempre un desarrollo nacional teniendo la preparación del ciudadano como motor principal.

El actual Presidente de la República, el doctor Leonel Fernández Reyna, ha hablado ampliamente sobre el valor que tiene la educación para el país. El Palacio Nacional ha sido escenario en varias ocasiones de encuentros con grupos de estudiantes que han escuchado al mandatario resaltar la necesidad de la preparación académica para lograr una mayor eficiencia en el quehacer de la vida y para el engrandecimiento de la Patria.

El doctor Fernández constituye el ejemplo más palpable de hasta dónde puede llegar un ciudadano bien preparado en el manejo del conocimiento.

Sin embargo, su Gobierno ha incurrido en la misma práctica de los demás: ha cercenado la asignación destinada a Educación en el Presupuesto nacional.

Esto ha traído consecuencias muy funestas para los estudiantes. En este siglo XXI tenemos en nuestro país escuelas destartaladas, sin butacas, sin libros y sin los equipos necesarios para el desarrollo normal de la enseñanza. Desde zonas remotas de la nación hasta los pueblos cercanos y la ciudad misma de Santo Domingo hay infraestructuras escolares paralizadas y en estado de deterioro critico.

Estas deficiencias llevan a que los padres desconfíen del sistema educativo oficial y lo hacen evidente al ir a parar a manos de la educación privada, donde lo que prima es el mercantilismo y la explotación.

Los colegios se han tornado en una carga económica para los padres porque establecen costos mensuales muy elevados. Lo peor de todo es que actúan sin control alguno. Para sacar la mayor cantidad posible de dinero estos centros establecen estrategias y diversos conceptos o renglones a pagar.

Los progenitores se someten a este régimen de explotación por estar conscientes de que si no lo hacen sus hijos no estarían en capacidad de competir en el mercado.

Es triste decirlo, pero lo cierto es que solamente los muy pobres acuden a la educación pública, una gran diferencia con relación a los países avanzados.

Aquí hablamos de desarrollo, de competencia y de globalización, pero una buena educación sigue siendo privilegio sólo de los que pueden salvar las deficiencias del sistema. Vivimos en un país donde es un privilegio tener una computadora y, más aún, tenerla conectada al Internet.

La otra gran deficiencia proviene de los profesores. Ellos son el producto mismo de un sistema que se recicla. Tenemos en las escuelas a maestros que no saben cómo opera una computadora, que no ganan para comprar libros necesarios para dinamizar y actualizar su conocimiento y que viven desmotivados por el círculo vicioso de su existencia.

Todas estas deficiencias se suman a la conducta volátil de unos estudiantes que tienen una predisposición a lo fácil, que en lugar de sacrificio sólo quieren diversión y entretenimiento.

El resultado de todo esto se hace evidente por doquier: estudiantes que no saben escribir, que desconocen conceptos elementales de la historia, la geografía, la literatura, las matemáticas, la religión, la filosofía, entre otros.

Hay unas pruebas nacionales que se hacen con el fin de reforzar y corregir pero todos sabemos que las mismas son burladas con mucha facilidad gracias a que los mismos profesores no quieren que se ponga de manifiesto sus propias fallas.

El sistema educativo dominicano requiere de una revisión profunda, de una reformulación y de una participación real y activa de parte del Estado para cubrir los grandes baches existentes y las grandes precariedades.

Sin educación no hay desarrollo ni competitividad en este mundo globalizado.

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