Déficit de competencia

Déficit de competencia

La mayor riqueza de un país no son sus recursos naturales, sino la capacidad de su gente para explotarlos, administrarlos y renovarlos.

El tamaño de las economías no es, necesariamente, proporcional a la cantidad y diversidad de los recursos naturales, sino una función de la capacidad de la gente para transformarlos,  agregarles valor y lograr para mejorar su aceptación y demanda en los mercados.

 En esta materia, la de agregarle valor a nuestros recursos comercializables en el exterior, los dominicanos tenemos un enorme déficit. Un estudio del Banco Mundial nos deja muy mal parados en cuanto a índice de competitividad.

De ahí que se justifique la preocupación expresada por el vicepresidente de la Cámara Americana de Comercio, William Malamud, al intervenir en el panel sobre intercambio comercial entre República Dominicana, Estados Unidos y Puerto Rico, auspiciado por la sección Economía de este periódico.

II

Nuestra falta de competitividad ha quedada demostrada de diversas maneras.

Tenemos un balance desfavorable en nuestro intercambio con Centroamérica, en el marco del Tratado de Libre Comercio suscrito con las naciones que componen esa zona geográfica.

En lo que lleva de vigencia el Tratado de Libre Comercio entre República Dominicana, Centroamérica y Estados Unidos (DR-CAFTA), a contar del primero de marzo de este año, no hemos logrado grandes avances en materia de exportaciones, aunque sí de importaciones.

Nuestra baja competitividad está seriamente vinculada a las deficiencias que tenemos en materia de educación, que equivale a decir en materia de capacidad para transformar bienes y agregarles valor.

III

Es por esa razón que insistimos en la necesidad de mejorar nuestra inversión cuantitativa y cualitativa en materia de educación.

Será en la medida en que podamos ofrecer mano de obra bien calificada a la industria y a las prestadoras de servicios, que estaremos en condiciones de ir mejorando nuestra colocación en los nichos de mercado propiciados por los tratados de libre comercio.

El Estado tiene que acceder, de una vez por todas, a respetar las proporciones de inversión que debe hacer en enseñanza, en función del presupuesto general o del Producto Interno Bruto.

Actualmente hay una inversión insuficiente en materia de enseñanza y lo peor de todo es que el aspecto cualitativo de esa inversión es el más deprimido.

En materia de infraestructura escolar no hay tantos problemas, pero no se puede decir lo mismo en lo que concierne a calidad de la enseñanza.

La competitividad es una función estructural que no se limita a capacidades tecnológicas de las industrias. Es la acción y efecto del conocimiento en la producción de bienes y servicios, sobre todo exportables.

Aquí hay que hacer una gran alianza estratégica entre el Estado y el sector privado para lograr una inversión adecuada y suficiente en educación, en la formación de portadores de conocimiento desde la escuela elemental hasta las universidades. Esa es la clave para  alcanzar competitividad.

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