Déficit de inteligencia

Déficit de inteligencia

POR JESSE JACKSON
Los militares estadounidenses estaban preparados para responder desde el primer día tras el ataque sufrido por Nueva York y Washington. El Gobierno de Bush quería atacar pero no podía. Antes necesitaba información de inteligencia. ¿Quiénes eran los autores? ¿Dónde estaban? Y luego necesitaba aliados que compartieran la información de sus servicios de inteligencia, que le proporcionaran ayuda sobre el terreno y legitimación en el debate global.

Y, en tercer lugar, necesitaba una estrategia: ¿cómo golpear de manera discriminada, a fin de no causar bajas civiles masivas y hacer pedazos, al mismo tiempo, el consenso mundial sobre la acción a emprender?

Inteligencia, diplomacia, comunicaciones, legitimidad: la Administración entendió que necesitaba precisamente aquello que había despreciado durante sus primeros meses de mandato.

El Congreso ha votado a favor de un sustancial aumento del gasto militar. Cuando la Administración de Bush quiso responder al ataque contra Nueva york y Washington, constató que sufría un déficit en sus servicios de inteligencia. Necesitaba información, aliados y diplomacia. Y tenía que dirigirse a países con los que la comunicación era escasa, como es el caso de Pakistán.

El dilema del Gobierno me recuerda lo que aprendí durante mis misiones para obtener la liberación de los de los rehenes estadounidenses en Oriente Próximo y Yugoslavia. “¿Cómo consiguió traelos de vuelta a casa?”, preguntaba la prensa. “Pues en primer lugar -decía yo-, les pedí que los dejaran en libertad”. Los periodistas pensaban que se trataba de una broma, pero no lo era. Prácticamente en todos los casos, el gobierno de EEUU no dialogaba con los dirigentes que mantenían secuestrados a nuestros ciudadanos.

Seguimos haciendo caso omiso de esta sencilla lección. Hemos impuesto sanciones y embargos, ocupaciones y relaciones limitadas, a un país tras otro, en Oriente Próximo y en el Golfo Pérsico: Pakistán, Afganistán, Irán, Irak, Siria, Libia, Sudán, Yemen.

En lugar de construir puentes con quienes se oponen a nosotros, construimos muros. Sin embargo, cuando uno contruye un muro, no puede influir en lo que sucede al otro lado. Tenemos que construir puentes, ampliar las iniciativas diplomáticas y dialogar, especialmente con quienes no están de acuerdo con nosotros, de modo que podamos ejercer una influencia sin recurrir a las amenazas ni a la violencia.

El segundo aspecto que la prensa no supo ver en aquellos viajes de rescate fue la influencia del clero. En todos los países, la prensa cubría la actividad de los dirigentes, conversaba con los periodistas locales y entrevistaba a miembros de mi delegación. Sin embargo, la mayoría de las veces ignoraban a qué dedicaba mi tiempo. Me dedicaba a conversar con el clero local acerca de lo que era moral y justo en aquella situación.

Incluso un líder como Sadam Hussein sabe que su poder require la legitimidad que brinda el apoyo religioso. Y muchas veces la intervención del clero fue crucial en la liberación de los rehenes. Los líderes talibanes de Afganistán han convocado a los miembros de la jerarquía religiosa para decidir si entregan a Osama bin Laden. Para ello, han pedido pruebas de su participación en el atentado. Es indudable que la cuestión se zanjará en estos debates. EEUU debe prestar más atención al clero en esta región, y debería realizar esfuerzos ingentes para confirmar nuestra posición sobre la base de pruebas, justicia y ejemplo moral.

El tercer aspecto presente en todos mis viajes era que la gente de esos países vivía en la pobreza. Su necesidad de ayuda, de beneficiarse de un alivio de la deuda y de los intercambios comerciales, así como de inversiones procedentes de Occidente, es manifiesta. Los conservadores rechazan cualquier diálogo acerca de la alienación y desesperación de los pobres como si ello fuera un pretexto para no actuar. Sin embargo, es indudable que la pobreza absoluta y la desesperación son un caldo de cultivo que genera hordas terroristas. Y acabar con ese caldo de cultivo, es decir, brindar esperanza a las personas, será una parte de nuestra búsqueda de aliados y contribuirá a poner fin al reclutamiento de nuevas generaciones en lo que seguramente será una larga lucha contra el terrorismo.

El Congreso puede duplicar el presupuesto militar, ya muy superior a los niveles que alcanzó durante la guerra fría, pero esta medida no servirá para abordar los aspectos básicos. Mantenemos las relaciones más distantes con los países de los que necesitamos más apoyo. La invocación de Europa al Tratado de la OTAN es conmovedora, pero los europeos no tienen mucho que ofrecer más allá de la inteligencia y la prudencia.

EEUU es un maravilloso mosaico, pero la mayor parte del mundo no es igual a nosotros. Apenas representamos el 6% de la población mundial. La mayoría de los habitantes del mundo son amarillos, morenos, negros, no cristianos, pobres , mujeres, jóvenes y no hablan inglés. Debemos conseguir su participación, conocerlos mejor y dialogar con ellos, convertirnos en una fuente de esperanza en lugar de odio.

Esto no requiere más bombarderos invisibles sino, a menudo, más diplomacia. No requiere más sanciones sino más ayuda e intercambio.

Ahora empezamos a aprender. La diplomacia, los aliados, la legislación internacional y la legitimidad, los servicios de inteligencia, el intercambio económico, la preocupación por los pobres y la justicia económica no son inquietudes propias de los blandengues. Son los pilares mismos de la defensa y forman parte del arsenal esencial de cualquier auténtica lucha contra el odio que perpetró el ataque del 11 de septiembre contra Estados Unidos.

Los militares estadounidenses estaban preparados para responder desde el primer día tras el ataque sufrido por Nueva York y Washington. El Gobierno de Bush quería atacar pero no podía. Antes necesitaba información de inteligencia. ¿Quiénes eran los autores? ¿Dónde estaban? Y luego necesitaba aliados que compartieran la información de sus servicios de inteligencia, que le proporcionaran ayuda sobre el terreno y legitimación en el debate global. Y, en tercer lugar, necesitaba una estrategia: ¿cómo golpear de manera discriminada, a fin de no causar bajas civiles masivas y hacer pedazos, al mismo tiempo, el consenso mundial sobre la acción a emprender?

Inteligencia, diplomacia, comunicaciones, legitimidad: la Administración entendió que necesitaba precisamente aquello que había despreciado durante sus primeros meses de mandato.

El Congreso ha votado a favor de un sustancial aumento del gasto militar. Cuando la Administración de Bush quiso responder al ataque contra Nueva york y Washington, constató que sufría un déficit en sus servicios de inteligencia. Necesitaba información, aliados y diplomacia. Y tenía que dirigirse a países con los que la comunicación era escasa, como es el caso de Pakistán.

Ahora empezamos a aprender. La diplomacia, los aliados, la legislación internacional y la legitimidad, los servicios de inteligencia, el intercambio económico, la preocupación por los pobres y la justicia económica no son inquietudes propias de los blandengues. Son los pilares mismos de la defensa y forman parte del arsenal esencial de cualquier auténtica lucha contra el odio que perpetró el ataque del 11 de septiembre contra Estados Unidos.

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Jesse Jackson es pastor baptista y ex-candidato a la presidencia de EEUU.

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