Déficit en las gestas progresistas

Déficit en las gestas progresistas

DIÓMEDES MERCEDES
Dios fue el primer gran artista, sinónimo de creación. Cuando existió también fue un gran científico. De eso deriva nuestro culto y veneración a artistas, maestros, científicos, creadores y productores, sus herederos por obras de las rebeldías iniciadas con Prometeo, severamente sancionado y torturado tras habernos revelado el secreto del fuego, nuestra primera tecnología.

Veneramos a los artistas porque si son originales, de la nada crean las ideas de sus obras y las plasman, reflejando el contexto del modo nuevo de interpretar, de ver, expresar, pensar, y sentir de las nuevas épocas y generaciones; enviando a la historia al conglomerado político, cultural, económico y social retrasado, ofreciéndonos las nuevas identidades y hasta, lo que es aún intangible a lo racional, poseídos de la locura genial que nos asombra y emociona, porque sabemos que en estas obras suyas está expresándose el universo de nuestro nuevo idioma y la nueva realidad que en conjunto vamos conformando.

Paralelamente y de igual forma veneramos a los científicos por ser fuentes vivas del conocimiento y de la sabiduría, por ser nuestros filósofos, vanguardias del ascenso del hombre. Sabiduría acumulada y depurada en ellos, desde cuando los humanos eramos los niños de Dios, hasta que perdimos la inocencia comiendo el fruto del árbol prohibido, que no fue la del manzano bíblico, sino la de los órganos genitales, las de los deseos del placer y la potencia sexual, por los que por amor a su pareja y a la criatura engendrada, la mujer pariría con dolor, y el hombre pagaría por ellas viviendo con el sudor de su frente al salir del Edén, con la creación a cuestas de la familia, obra suya, la que Dios no concibió.

Este acto de independencia trascendental y de creación -si tomamos como válidos los mitos bíblicos- nos condujo a explorar, a trabajar, a conocer, a poblar y a dominar al mundo real, al que el celo y la ira de aquel Dios nos había arrojado para bien de nuestra evolución, iluminados por la llama de Prometeo y la del aprendizaje que nos dotó de los conocimientos, bases hoy de nuestras vidas, culturas y civilizaciones.

Hoy sin embargo, se percibe, que en medio de las convulsiones y ansiedades que generan las apremiantes necesidades del cambio, atípicamente, sabios, artistas y productores presentan una conducta anormal; no precursan ni cooperan con la dirección de este proceso. Los políticos humanistas, ante la necesidad de cohesionar y consolidar el bloque defensor del presente humano en la trayectoria progresista, opuesta a la ofensiva violenta neoliberal, que acorrala y reduce los atributos y derechos del resto del mundo, nos sentimos solos, abandonados de los artistas verdaderos y de los científicos, frente a un deber en el que de tal forma nos sentimos incompetentes. La justicia de nuestra causa, no sólo requiere gente buena por su ética y por su valor, armas que esgrimimos. Esta causa necesita otra vanguardia que la conformarían interéses económicos afectados local o regionalmente, más los portadores de los conocimientos y los creadores, artistas e intelectuales de todo género, porque una revolución no es discursos, la detonación de explosivos y derramamientos de sangre; más que todo eso, es un cambio general y radical de una cultura agotada, insuficiente para satisfacer las necesidades espirituales y materiales de todo el género humano.

La carencia o insuficiencia de estas vanguardias que hoy es renuente al servicio por redimir a la humanidad, nos deja ciegos, desprotegidos. La cultura y las ciencias, liberadoras en su esencia, son hoy mercancías y comercio divorciados del destino humano, compradas y pagadas por el poder con las riquezas de los despojos que empobrecen al mundo, los que tienen como fin concentrar y monolopizar los bienes del planeta con todo tipo de fuerzas.

Esta inconsecuencia hace más difícil e inalcanzable el desarrollo por el que luchamos los pueblos pobres, procurándonos por igual la libertad, la justicia, los derechos, la soberanía y la paz. ¿Cómo superaremos este déficit? ¿De dónde surgirán los Prometeos que por amor a los hombres se arriesguen ante la ira del actual dios del terror en cuyas manos está el monopolio del poder, del conocimiento, y el de la información manipulada? Tenemos que continuar en la ruta del deber ético y progresista. Antes o después estos Prometeos se independizarán y volverán al rol que hoy más que nunca les corresponde, y lo celebraremos.

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