Degeneración

Degeneración

La posición de regidor estuvo alguna vez reservada a gente de calidad moral indiscutible, de honestidad incuestionable.

Se trata de un cargo electivo honorífico desde el cual se servía a la comunidad desde las salas capitulares de los ayuntamientos.

Había entonces un orgullo recíproco, que lo sentía la comunicad por contar con los servicios de gente de altas prestaciones morales, y de parte de los regidores por tener la oportunidad de servir a sus comunidades.

Esto fue así hasta que los partidos políticos convirtieron el cargo de regidor en una especie de botín de campaña para pagar servicios y favores políticos a gente que va a los gobiernos municipales a “buscársela” a como dé lugar.

Esta degeneración del cargo de regidor ha permitido que a los ayuntamientos ingrese gente que va a servirse de su posición, no a servir desde la misma.

Esa degeneración es la que propicia que los dieciséis regidores del ayuntamiento de San Cristóbal hayan decidido repartirse, con la mayor desvergüenza, la tercera parte del presupuesto salarial del gobierno municipal.

La decisión, reprobable desde todo punto de vista, corresponde más que a un acto de consenso a una actitud de camarilla dispuesta a pasarle por encima a todo principio ético.

Tiene dudosa reputación moral y legal el acto mediante el cual estos regidores decidieron “legislar” en su propio provecho para repartirse, cual botín, un presupuesto que deberá tener mejor destino.

La sindicatura de San Cristóbal debe ignorar esta decisión y declararla impracticable por violar las proporciones de ingresos estipuladas para los cargos municipales.

Por medios civilizados y legales, pero contundentes, los munícipes de San Cristóbal deben salirle al paso a este acto de pillaje en su perjuicio, pues lo que se han aumentado estos regidores dejará de recibirlo el municipio en materia de servicios.

Mendicidad importada

Algunas intersecciones de la capital y otras ciudades han sido virtualmente tomadas por pedigüeños haitianos que aprovechan los semáforos para pedir limosnas a los automovilistas.

Es común ver niños de corta edad tocando los cristales de automóviles para llamar la atención de sus ocupantes y que se mueven en medio del tráfico exponiéndose al peligro de ser atropellados.

Se trata de un doloroso drama social que pone en evidencia, de principio, las debilidades  de los controles migratorios fronterizos.

Es notable el número de mujeres con niños pequeños en brazos, o embarazadas, dedicadas a buscarse la vida en cruces de vías de gran circulación vehicular.

Se trata de una mendicidad que hemos estado importando desde nuestro vecino Haití y que parece inmune a los controles fronterizos. Se trata de gente que encuentra más provechoso mendigar en nuestras calles que tratar de sobrevivir en un Estado que está entre los más pobres del mundo y que todavía no logra levantarse de la extrema miseria. La situación no parece importarle a las autoridades, pues la pasan por alto.

 Si así están las calles de Santo Domingo y otras ciudades,  es evidencia de que alguna debilidad está afectando los controles migratorios en  la frontera.

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