Degradación

Degradación

El mundo se ha conmovido con la decisión que tomó la firma Standard & Poor’s, S&P, de rebajar la clasificación del crédito de los Estados Unidos de América, de la máxima, AAA, a doble A, a la par con Bélgica y Nueva Zelanda, debajo de Canadá, Suecia, Holanda, Francia, Alemania, Austria y Australia.

S&P no se ha quedado ahí, sino además, ha expresado que de no poner su casa en orden en cuestión de 6 a 24 meses, habrá otra revisión y podría degradarse nuevamente. ¿Es que los EE.UU. han perdido su capacidad productiva o su nivel como primera economía del mundo? No. ¿Ha ocurrido alguna catástrofe como la de Luisiana, otra Katrina? No. ¿Qué ha pasado? Esas y muchas otras preguntas se las están haciendo expertos en los cinco continentes. Naturalmente, las respuestas casi igualan en número a las preguntas. ¿Será una razón política?

Quienes saben algo de dinero, sea de la bolsa de valores, de financiamiento o de un simple presupuesto, entienden que el dinero odia las incógnitas, las dudas y los imprevistos. Veamos: si una persona le prepara un presupuesto a otra buena paga, sus costes serán menores, más ajustados; en consecuencia el bien o el servicio sale más barato. Sin embargo, si ese mismo profesional le presenta un presupuesto por el mismo bien o servicio al gobierno dominicano, el lector puede estar seguro de que el precio total será mucho más alto.

Corolario inevitable, el buena paga compra más barato. Si usted tiene una clasificación AAA, quiere decir que es buena paga, entonces todos estarán dispuestos a prestarle dinero más barato porque saben que su inversión está garantizada, también su renta. ¿Los EE. UU.  han dejado de pagar en alguna ocasión? Pues, no. ¿Han pagado puntualmente hasta ahora? Pues, sí. ¿Entonces?

Estábamos saliendo de una seria crisis, de tal magnitud que en su momento fue comparada con la gran depresión de los años 30. La economía había comenzado a activarse a fuerza de estímulos masivos que empezaron en el gobierno de G.  W. Bush y habían continuado bajo el presidente Barack Obama.

En esas circunstancias, se alcanzó el tope de la deuda estadounidense, es decir, la cantidad máxima de dinero que puede tomar prestado el estado norteamericano.

Puesto que a partir del 2 de agosto, el gobierno no podía pagar si no se aprobaba un aumento del techo de la deuda, republicanos-tea party, es decir, derecha-extrema derecha, comenzaron a negociar con los variopintos demócratas. El proceso también envolvió al presidente Obama. ¿Era ésta la primera vez que se negociaba el aumento del límite superior de la deuda estadounidense? No.

¿Entonces? La negociación tomó tanto tiempo, fue de tal manera traumática por el empecinamiento de la extrema derecha que terminó introduciendo la duda de si se aprobaría a tiempo el aumento del techo, de si el “tea party” era flexible o no para evitar una hecatombe, de si alguna de las partes podría imponerse a las otras o no. La política introdujo: dudas, desconfianza y crisis, una combinación explosiva. Esta explosividad puede haber sido mal interpretada por S&P, que además de precipitarse, equivocó su cálculo en dos mil millones de dólares y aún sabiéndolo produjo su veredicto.

Agosto ha visto las desesperadas y violentas caídas de las bolsas de todo el mundo, oriente y occidente, en países desarrollados o no. No obstante el desastre, en medio de éste, las noticias nos continúan mostrando declaraciones de políticos estadounidenses resaltando la discordia, la confrontación. Aumentan así el nerviosismo de los ciudadanos.

¿Hasta dónde llegará esta situación, qué eliminará el nerviosismo y cuándo se volverá a la “normalidad”? Nadie sabe. Mientras, las opiniones siguen dispersas.

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