Degüello, juego y robo

Degüello, juego y robo

Cortar cabezas era el trabajo de la guillotina durante la Revolución Francesa. Jugar la cabeza es una habilidad propia de boxeadores y políticos para esquivar los golpes o escurrir el bulto de las responsabilidades directas. Robo de cabeza es una expresión popular en Cuba, entre los seguidores del culto yoruba. Las deidades yorubas se llama “Orishas”, que quiere decir “dueños de la cabeza”. Cuando alguien está muy enfermo, a punto de morir, sus familiares llaman al babalao para que intente realizar un “robo de cabeza”: que la muerte se lleve a otra persona en sustitución del enfermo grave. Se dice que eso ocurrió con el comandante Fidel Castro.

Al escribir ayer acerca del intento de cambiar la cabeza de una estatua de Trujillo por una con los rasgos de Pedro Santana, alguien recordó que a Desiderio Arias le habían cortado la cabeza. Un esbirro del trujillato la metió en un saco para presentar “al jefe” la prueba de que ese hombre estaba “bien muerto”. Se asegura que Trujillo apartó horrorizado de su vista el saco y ordenó que buscaran el cuerpo y entregaran a su esposa el cadáver completo; que además, le rindieran honores militares “propios de su rango”. Pero ya el cuerpo, abandonado en un monte, se había descompuesto.

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Los asesinos de Arias buscaron otro hombre, a quien cortaron la cabeza, para así disponer de un cuerpo al cual coserle el cuello de Desiderio. La esposa declaró a sus amigas que esas no eran las manos ni el cuerpo de su marido. Las costuras del cuello fueron disimuladas por el uniforme militar. Cortar, cambiar o robar cabezas, ha sido asunto frecuente en las Antillas. Y no sólo cabezas de ganado. En Jamaica y en Haití han “rodado” muchas cabezas.

Puede decirse que existe una “tradición verbal descabezante”, que se utiliza en el argot policial. A tal o cual banda “hay que descabezarla”; a esos delincuentes es necesario “arrancarles la cabeza”. He oído decir: en esa casa colonial sale un muerto sin cabeza. En el lenguaje ordinario de los políticos se usa la expresión: ese grupo no tiene cabeza; tal partido está acéfalo. Todos hemos escuchado: “a ese hombre le van a partir el cocote”.

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