Degustando cordero

Degustando cordero

Bordeando el río Las Vueltas se llega al Lago del Desierto: un espejo de agua de 12 kilómetros de largo y 240 metros de profundidad, desde el que se ve el famoso cerro Fitz Roy enmarcado por glaciares colgantes que bajan hacia el lago.

En el puesto fronterizo, que se halla en el extremo occidental, los gendarmes tienen mil y una historias de épocas bravías en las que plantaban bandera argentina en un terreno disputado por los chilenos.

En El Chaltén las excursiones suelen ser caras para el bolsillo argentino ya que se trabaja con precios de turismo internacional. Siempre está la opción de lanzarse al azar de un sendero señalizado, aunque aconsejan la salida con guía.

El cordero patagónico es tan popular como la pizza lo es en Italia. Se puede comer asado en cruz o hervido en un caldero, también a la plancha. Es una carne tierna y sabrosa. La trucha, el salmón, la liebre, los ahumados de todo tipo y los frutos silvestres del calafate completan la cocina local.

Las corpulentas cervezas caseras, con toques de cassis o frambuesa; o los vinos de latitud sur con carácter fuerte y sabor perfumado, bien merecen relajar la estadía de todo aquel que disfruta tanto de la aventura como de los placeres de la buena vida.

En El Chaltén el teléfono es satelital y la televisión es un bicho raro, incluso en el cinco estrellas. A cambio, la geografía ofrece múltiples posibilidades para redescubrir la generosidad de la naturaleza virgen que acoge en todo su esplendor. Efe/Reportajes

 

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