Deja dicho que…

Deja dicho que…

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Quienes manejan fondos públicos tienen que vivir como la mujer del César que “no basta con que mujer del César sea honesta, también tiene que parecerlo”.
La designación del licenciado Gonzalo Castillo como ministro de Obras Públicas fue una sorpresa. Si mi memoria no falla fue el doctor Jaime Guerrero Ávila, un abogado, la última persona que sin ser ingeniero ocupó la cartera de Obras Públicas.
Sostengo que para ser ministro de Salud no hay que ser médico, puesto que el trabajo a desarrollar lo que precisa es de una persona que administre adecuada y honradamente, los recursos puestos a su cargo.
Basta con recordar que la primera posición pública del país: la Presidencia de la República, no tiene como requisito, ni para aspirar a la misma, que sea un profesional universitario la persona que ocupe tan honrosa posición, de la cual se sale fácilmente deshonrado por la ambición, la debilidad o el crimen de lesa Patria de usar o permitir usar los dineros del erario para su propio beneficio, el de familiares, amigos, socios y allegados.
En una palabra, lo que tenía que hacer Gonzalo Castillo era administrar honesta y decentemente los dineros del pueblo puestos a tu cargo.
Su declaración original de bienes lo sitúa con una sólida posición económica con haberes millonarios, pues, decía mi padre Julio Gautreaux que hace tiempo se le perdió el respeto al dinero, ahora cualquier muchacho tiene un montón de dinero que no lo brincan dos chivos en relevo.
El hombre ha resultado muy activo, le tocaron las grandes lluvias y las inundaciones de medio país, tiempo en que las aguas socavaron y provocaron el colapso de puentes, caminos, carreteras, edificaciones, deslizamientos de viviendas y paro de contar.
Ahora se ha puesto de moda investigar los teneres de los funcionarios. Hay registros que muestran que el joven ministro de Obras Públicas tuvo un aumento considerable en sus bienes en corto tiempo. Eso llama a suspicacia, aunque no es un indicativo que pueda ser tomado como un incremento pecaminoso, puesto que se trata de una persona emprendedora que, como cualquiera otro, tiene derecho a realizar buenos negocios. Lo que hay que investigar es si el aumento es fruto de actividades comerciales lícitas, lo cual no tengo razón para poner en duda.
Al parecer el muchacho se ha ensoberbecido y decide eliminar la vista al mar al construir una pared de dos metros que arbitrariamente impide que se vean las distintas tonalidades de las aguas del mar Caribe en la costa de Barahona.
¿Se va a permitir que nos aparten del disfrute del azul de esas aguas, que son de todos? Lo grande es que el hombre está como el tiguerito que hiede y pelea por su vaho.

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