¡Dejar atrás complacencia y complicidad!

¡Dejar atrás complacencia y complicidad!

Sin evidenciar y quebrar el bi-partidismo no será posible cambiar el rumbo fatal del país! Así empezaba mi pasado artículo. Algunos calificarán mi posición como una exhibición de radicalismo desfasado; otros y otras se pondrán formalmente de acuerdo con esta afirmación. Pero lo importante es calibrar su alcance político, deslindar campos y actuar en consecuencia.

En los últimos 40 y más años el país ha crecido arrolladoramente. Se cuentan por decenas de miles las empresas (grandes, medianas y pequeñas) que se han desarrollado y por millones los hombres y mujeres que aportan con su trabajo cotidiano una cuota para la conformación de la Renta Nacional (nuevas riquezas producidas cada año).

Pero en esos mismos años la vieja oligarquía económica (que se reinventa permanentemente), los sectores oligopólicos y financieros que dominan la vida económica e importantes segmentos del capital extranjero, han impuesto un modelo económico-político-moral donde esa renta nacional, generada a partir de decenas de miles de entes productivos y con el trabajo de millones de seres humanos, se la reparte, tocando la mayor porción a las voraces fauces de ese pequeño grupo que se ha metido en el  puño la República.

Y para ello, no sólo han impuesto un modelo económico, y lo que es más importante, la forma concreta como ese modelo funciona, sino que han creado un sistema político infalible para la defensa de sus intereses (como  lo es el bi-partidismo), han permitido la corrupción de las cúpulas partidarias, hasta el límite de permitirle convertirse en corporaciones de multimillonarios (mediante el mal uso de las riendas del poder) y, además, han tenido que permitir unos niveles de corrupción e impunidad que han terminado por permear a una parte de la juventud y los sectores sanos de la sociedad.

Las excepciones son honrosas, y enaltecen a sus protagonistas. Pero estas aisladas frutas en la canasta no hacen más que confirmar la regla general: un eficiente sistema de corrupción de toda la sociedad, desde todas las vertientes del poder.

Con este desastre convivimos. Es el pan nuestro de cada día en nuestra sociedad. Pero lo grave es que cada vez mayor cantidad de intelectuales, comunicadores, maestros, sacerdotes, dirigentes políticos y sociales y demás sectores formadores de opinión concilian con este bi-partidismo; conviven con él, y en cierto sentido se benefician del mismo y lo legitiman y exaltan, empeñados en ponerle “parches” o inventando fórmulas para “embellecerlo”.

Si esa élite de intelectuales, comunicadores, maestros, dirigentes políticos y sociales, sacerdotes y demás formadores de opinión, no cesamos en esa conciliación con lo peor, no es posible cambiar el rumbo fatal del país.

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