“La Política es algo muy serio para dejarla sólo en manos de los políticos”. Fue el poeta y cantautor español Joaquín Sabina quien respondió de esa forma cuando se le preguntó la razón de su incursión en política en el proceso en que salió electo el presidente Rodríguez Zapatero.

Esta expresión del artista cobra vigencia en Dominicana ahora que los dirigentes de los principales partidos han desbarrado el sistema democrático al sostener  una feroz competencia por demostrarse  cual alcanza el mayor grado de desvergüenza.

Hablo, por ejemplo, de venta  y robo de candidaturas; de aspirantes a  puestos electivos que hacen todo tipo de trampas, y unas vez que “ganan,” las autoridades del Partido les roban los puestos. Ninguna regla se respeta en la política dominicana. Todo se vende y se compra y el que no está en esa onda es un desfasado.

Hoy un político viste una franela y defiende un color que había defendido por décadas y mañana dice que dejó el desorden y entró al orden, todo porque no fue escogido candidato. Tampoco asombra a nadie el hecho de que una familia completa encabece la boleta de una demarcación determinada. Respetar la decisión de los votantes no es asunto que se estime necesario en la política interna de los partidos y aun a pesar de todo lo descrito, estos señores de las cúpulas de los partidos se creen personajes importantes y caminan con la cara descubierta. El deshonor parece ser un mérito y después de cada escándalo el protagonista se postula para un cargo electivo con el agravante de que la mayoría de las  veces sale ganancioso.

En toda esta oscuridad, la Cámara Contenciosa de la Junta Central Electoral se ha convertido en un foco de luz  enmendando los desaciertos de los “líderes políticos.” Que sea una luz que perdure.