¡Dejemos atrás el pesimismo!

¡Dejemos atrás el pesimismo!

FIDELIO DESPRADEL
Está próxima la firma con el FMI y la recuperación del crecimiento económico; declaraciones optimistas del Gobernador del Banco Central; un gran coro, desde las cúpulas de las instituciones del poder real, resaltando la recuperación de la mentada «estabilidad macroeconómica» y de la «confianza»; luna de miel entre el congreso perredeísta y el gobierno central. ¡La Patria nos necesita!, exclama la mayoría perredeísta en el Congreso, y todos y todas empiezan a bailar al ritmo de la música de los organismos internacionales y del gobierno de Washington.

 El gran «componedor» no puede ocultar la risita: los poderes permanentes a los cuales sirve, lo colocan cada vez más en el centro de todas las tratativas, y las cosas marchan «viento en popa».

Nadie habla de que la mentada estabilidad macroeconómica se ha logrado en base a chuparle la sangre al torrente económico y que la economía ha sido constreñida hasta límites impensables; que los certificados del Banco Central ya pasan los cien mil millones, y que todo el sector financiero está de fiesta. Para los «analistas», estas son noticias irrelevantes. Los «analistas» tampoco se refieren a que las multinacionales, sus gendarmes, el gobierno de los Estados Unidos y el buenazo del embajador norteamericano, se comportan cada vez mas como si nuestro país fuera una colonia de ultramar, con Gobernadores, cortesanos y con una casta social que concentra en sus manos el grueso de las riquezas producidas por la vaca que se llama República Dominicana.

Los «analistas» tampoco hablan de que en la República Dominicana se está cometiendo el mayor crimen que pudiera producirse contra un pueblo y una Nación, como es el de desarticular su aparato productivo y debilitar la cultura nacional.

Y lo del narcotráfico y las complicidades con altos estamentos militares, con bancos y con una parte de los dueños del país, tan solo es una pequeña molestia. ¡No hay que alarmarse tanto!: Incluso, algunos juristas y analistas «prestigiosos» vienen abogando por la ignominia de confiar en la justicia norteamericana las medidas para apaciguar la voracidad de los banqueros «quiebra bancos» y de los capos del narcotráfico, con todos sus cómplices.

Pero resulta que todos los hombres y mujeres serios de la República Dominicana saben muy bien que nuestro país va de mal en peor, y que nada se puede esperar de los actuales «tres poderes del Estado», de las instituciones del poder real (las de los dueños de la República Dominicana), ni de la cohorte de cortesanos, que desde las trincheras de los medios, las universidades, muchas de las ONGs, ciertas «asesorías», y muchas otras trincheras, adornan con sus «consejos», con su «moderación patriótica» y con sus grandes complicidades, el cuadro ominoso de la República.

O sea, la inmensa mayoría de las personas progresistas del país sabe que la Nación, su Soberanía y los valores éticos que en los momentos estelares han sido el referente de toda la Nación, están a la deriva, acercándose peligrosamente al precipicio. Y al interior de esa «élite» de intelectuales y de personas con experiencias de lucha, existe una parte que se «autocensura», asumiendo una incómoda, como incorrecta postura de silencio o acomodamiento, aún a sabiendas de que la Nación requiere en estos momentos de todas las personas serias y de todas y todos los que han acumulado alguna experiencia y credibilidad al interior de la sociedad.

Y resulta que esa República Dominicana, que ha sido empujada al precipicio por los dueños del país y por el poder extranjero, paradójicamente, está madura para una acción política progresista que empiece a sentar las bases para un cambio de rumbo de la Nación. En los intersticios de la sociedad existen muchas reservas y mucha rabia; mucho más de lo que algunos y algunas podamos imaginarnos.

Lo que falta, no es solo la disposición de los más activos de cambiar actuales posturas, y avanzar a ocupar los roles que la vida nos exige. Lo que falta es, como decía en el artículo anterior, que no volvamos a poner la carreta por delante de los bueyes; que evitemos «los caminos» que, en múltiples ocasiones, nos han conducido al estancamiento y al fracaso. Lo que falta, entre muchas otras cosas, es que empecemos a poner en movimiento herramientas y vías, a través de las cuales, y apoyándose en las mismas, la multitud de sectores progresistas que existen en toda la geografía del país, muchos de ellos agrupados en pequeños círculos de discusión y reflexión, puedan volver a confiar de que: ¡Es Posible! De que no es verdad que todo está perdido. De que, si evitamos repetir los errores del pasado, es posible ir avanzando, paso a paso, a nuevas convergencias, a nuevas coincidencias; a nuevos haces de fuerza, creando con ello las condiciones propicias para volver a soñar en: ¡Construir una Nueva Alternativa Política, que Cambie el Rumbo del País!

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