Del 29 de abril al 11 de septiembre de 1965 parte de mi historia irrepetible… (1)

Del 29 de abril al 11 de septiembre de 1965 parte de mi historia irrepetible… (1)

Por: ONORIO MONTÁS

Un sábado como todos, a las 10:00 de la mañana nos juntábamos en la esquina calle Jaragua con avenida San Martín regularmente Sóstrato Arturo Acosta Sosa, Fernando José Fernández Veras y mi compadre Rafael Jiménez Pacheco†, “Pichochi”, un distinguido barbero mocano, como la mayoría, con una enorme clientela con un gran salón de barbería con 6 sillones y que estaba al tanto de todo lo que sucedía en todo el país, pues tenía clientes de todas las clases sociales y como gran conversador que era y entre toda clase de cuentos de todos los “colores”, conversaba sobre la situación política, deportes, sociales y farándula. “Pichochi” era una fuente de información, además estábamos en la esquina de “La Voz Dominicana” (Radio Santo Domingo Televisión o el canal 4), frente a la casa de Petán Trujillo Molina.

Poco tiempo después de esa acostumbrada reunión sabatina, a eso del mediodía, explota el sonido de La Marsellesa por Radio Comercial. Habíamos notado la ausencia del coronel E.N. abogado Armando Arturo Sosa Leyba†, gran conversador y orgulloso poeta neibero, que me mantenía al tanto de la situación en la Guardia, Armandito vivía en una de las casas del general Ludovino Fernández, residencia del coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez y Arlete, y estaba al tanto de toda la trama a través del grupo de los 12 militares que habían puesto en retiro de la “Academia Batallas de las Carreras”.

Que Armandito no estuviera ese sábado me llamó la atención porque sentados en el “contén” frente a su casa en la calle Hilario Espertín #23, la noche anterior los amigos neiberos que habían sido guardias (Silvio y Emilín Herasme Peña†), pero grandes amigos de infancia en su pueblo, discutíamos de la posibilidad de una revuelta militar (ya había sucedido lo de la explosión del polvorín en el Campamento 27 de Febrero y uno comenta si lo guardias se revoletean “se meten los gringos” y el coronel comentan, si lo hacen “los militares los enfrentan” y yo le comento Armandito, tu ta’loco, tú te imaginas esa vaina, ¿Qué tú estás leyendo?. Recuerdo a Silvio, que explotó de la risa, con su risa característica y casi burlándose, en mayo o junio me encontré en la zona con Armandito y me dio la razón, acerca de los militares y los yanquis y lo que le planteaba, que los militares eran parte de la sociedad y se dividían en honestos y corruptos.

Pero a medida que avanzaba el mediodía se sentía el raro ambiente en toda la ciudad y los rumores del apresamiento de los militares en la Jefatura del Ejército, se comenzaba a escuchar el bullicio en las calles y de un momento a otro aparece una enorme multitud que subía por la 30 de Marzo hacia la avenida San Martín. Nadie del grupo sabía hacia a dónde se dirigía la multitud.

Al comenzar a escuchar los disparos nos damos cuenta que se dirigían a la emisora. El ambiente se torna muy confuso, ya al anochecer se comienza a transmitir por radio y televisión una alocución del presidente del Triunvirato, Donald Reid Cabral, en que instaba a los militares “rebeldes” a deponer su actitud de interrumpir el orden democrático de la nación”. A partir de ese momento la Capital dominicana, incluyendo los barrios populares, se convirtió en un enorme ensordecedor ruido por todas partes hasta la puesta del sol del 25 de abril, donde todo era confusión. Ya a partir de media mañana se comienza a escuchar a Fernando Casado, Pedro Pérez Vargas, Franklin Domínguez, Freddy Beras Goico, Mario Báez Asunción y Luis Armando Asunción a instar a los jóvenes oficiales a que apoyaran la vuelta a la constitucionalidad sin elecciones. Además instaban a la población a bloquear los puentes, principalmente el puente Duarte, por donde las fuerzas del general Elías Wessin y Wessin intentaban tomar el control de la ciudad de Santo Domingo.

Un domingo 25 de abril lleno de expectativas

No había Gobierno. Escuchábamos por las emisoras campamentos y brigadas que se adherían a la revuelta bajo la consigna de “Vuelta a la Constitucionalidad sin elecciones” o “El retorno de Juan Bosch a la Presidencia”. Pero Juan Bosch no estaba en eso. Ya al mediodía se estaban definiendo la situación militar.

Mi gran amigo Marino Antonio Almánzar García llega en una camioneta frente a la Farmacia Televisión, de “Juan Naranjo”. Me pregunta ¿en qué estás? En nada, le respondo. El domingo 25 estaba Howard (Jagüita) Almánzar y Fonso Pimentel y nos dice: móntense ahí, vamos a una misión. Los tres nos preguntábamos dónde nos llevará Mayo, hasta que llegamos al campamento militar desolado de del kilómetro 28 de la carretera Duarte “El 16 de agosto”, donde se había producido el apresamiento de la Plana Mayor del Ejército Nacional por el capitán Mario Peña Taveras con un grupo de soldados, nada más y nada menos que al jefe de Estado Mayor, le gritó el capitán Mario Peña Taveras al general Marcos Rivera Cuesta, “general entregue su pistola, usted está detenido». Ahí se inicia la “Revolución de Abril”.

Para sorpresa nuestra los únicos civiles que estábamos en ese desolado estacionamiento rodeado de blindados de guerra éramos Fonso, Jagüita y yo, y nos preguntábamos ¿y qué buscamos nosotros tres? Había muchos soldados y para sorpresa nuestra le entregan unos sobrecitos de pago, que como los guardias cobraban antes que todos los empleados públicos no habían cobrado y sus superiores tenían el pago.

Al terminar el pago les ordenaron a los “tanquistas” (operadores de tanques) que nos enseñaran a operar los diferentes blindados, menos los dos AMX que estaban estacionados que los utilizarían los oficiales Marino Almánzar y Freddy Piantini Colón, que los conocían porque eran instructores de tanques. Cuando terminamos nuestros rápidos entrenamientos en carros blindados Linx, tanques ligeros L-60, nos explicaron que nuestra misión junto con otros militares era sacar los blindados del campamento y situarlos debajo de unos espesos árboles frente a una academia de Judo de Mamoru Matsunaga en una callecita detrás de Colegio Claret. En el momento que comenzaron los aviones de la Aviación Militar Dominicana (Fuerza Aérea) a disparar, terminábamos de cruzar la carretera Duarte. Solo a Marino Almánzar lo hirió en un tobillo una esquirla de los cohetes que lanzaban los Mustang P-51. Suerte que el otro tripulante pudo cruzar el AMX, después de dejar el tanque (misión cumplida) frente a Matsunaga. Tuve la dicha de que al llegar a la Abraham Lincoln, pasaba un compañero salesiano, Erasmo (Nany) Banks, y logré parar su Ford Mustang que huía a toda velocidad de los disparos aterradores que por primera vez escuchábamos, a no ser en las películas en el Oratorio “Don Bosco” los sábados, al verme con un repetido ¡móntate, móntate! muchacho del diablo, y me dio una “bola” hasta intersección de la avenida Independencia y calle Las Carreras.

El limbo del 26 de abril

Los que vivíamos de este lado de la ciudad no sabíamos lo que estaba sucediendo con exactitud. Nos decían que pusiéramos espejos en las azoteas, que nos movilizáramos para los puentes Peynado, La Cementera, La Barquita; Por Radio Santo Domingo Televisión se presentaban las madres de los pilotos a rogarles a sus hijos que desertaran, que no bombardearan a sus familias.

Pero Juan Nepomucemo Folch Pérez insistía en bombardear y atemorizar con los Havillard-Vampiros a la población capitaleña, mientras el comodoro Francisco Xavier Rivera Caminero ordenaba a los buques de la Marina de Guerra que bombardearan indiscriminadamente la ciudad incluyendo el Palacio Nacional, la emisora oficial del Estado, cayeron bombas por toda la ciudad sin ningún objetivo.

Ese lunes recuerdo que nos convocaron para buscar un vehículo para hacer unas diligencias en medio de la confusión. Nos juntamos los hermanos Fernando† y Rubén Silié Valdez, Fernando Fernández Veras y yo para hacer la diligencia en la station wagon Rambler color verde de don Fernando Silié Gatón†. Cuando aparece el vehículo es cuando nos dicen qué es lo que tenemos que hacer, ir al Campamento 16 de Agosto, que estaba abandonado (al polvorín) a recoger unas armas. Tuvimos que hacer tres viajes, debido a la cantidad de armas y su peso. Los cuatro “voluntarios” estábamos orgullosos; éramos unos héroes porque habíamos llevado todas esas armas a la calle Pina o Palo Hincado. Siempre recuerdo a don Fernando y su hermano Humberto† que había sido militar, enseñarnos con mucho entusiasmo y consciente de que duraría mucho tiempo el enfrentamiento con los militares opuestos a la “Vuelta a la Constitucionalidad”. Insistía en que aprendiéramos cómo se usaba un fusil, una pistola y una ametralladora a Nelson Sánchez, José Manuel del Castillo Pichardo, Rubén Fernandito, Fernando Fernández Veras y yo.

En la medida que derrotaban en la batalla del puente Duarte a las tropas del Centro de Enseñanza de la Fuerzas Armadas (CEFA), algunos altos oficiales de la Marina de Guerra se unían al movimiento constitucionalista.

27 de abril. Constitucionalistas se reunifican y se crean los comandos

La ciudad de Santo Domingo lucía una inquietante tranquilidad después de tres días de agitación, explosiones y disparos de armas de fuego.

La mayoría de los dirigentes perredeístas se asilaron en la embajada de Colombia, debido a la frustración ante la intervención militar estadounidense, la inflexibilidad de los militares golpistas de San Isidro y las diferencias internas en el propio movimiento rebelde constitucionalista.

Entre los que buscaron asilo figura el presidente constitucional interino de la República, José Rafael Molina Ureña. Fue sustituido por el Congreso de la República, que escogió al coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó por ser el oficial de mayor rango entre los militares constitucionalistas.

Los perredeístas hacen lo mismo que hicieron el 25 de septiembre cuando el Golpe de Estado contra Juan Bosch. “Ponen pies en polvorosa”.

Recuerdo esta anécdota

«Me iniciaba como ”pino nuevo” reportero del Listín Diario el 26 de septiembre de 1963. Don Jaime Lockward me dice baja ahí a la esquina que están allanando la casa de Ángel Miolán (Miolán vivía en el segundo piso de una casa en la 19 de Marzo esquina Salomé Ureña, puerta con puerta con don Max Henríquez Ureña. La casa con estrecha escalera, que todavía existe, estaba siendo allanada por un aparataje de los Cascos Blancos. Cuando asomamos estaban bajando a don Ángel Miolán por la estrecha escalera y al salir del modesto apartamento dice Francisco Alberto Caamaño Deñó, comandante de los Cascos Blancos con “voz de trueno”: Desalojen, abran paso, por la buena… Cuando pudimos preguntarle algo a Miolán, ya en la Fortaleza Ozama, ¿señor Miolán hay más dirigentes del PRD? Y nos dijo apesadumbrado, no, están huyendo…».

En la tarde del 27 de abril Elio Santana, un viejo militante antitrujillista que había estado en el centro de torturas, el hoy doctor Fernando Fernández Veras y yo contemplábamos ya la anunciada invasión de tropas gringas de ocupación desde la esquina de las calles Hilario Espertín y Rocco Cocchia. Era como una película. No lo podíamos creer.

El 28 de abril avanzan las tropas yanquis “a salvar vidas” y crean un “corredor internacional de seguridad”
Ya en la madrugada sentía correr las tropas por el techo de mi casa y al abrir la puerta mi madre y yo había un fusil apuntándonos a los dos. En la marquesina de mi casa había un carro Opel Kapitan de uno de mis hermanos, que fue arrastrado y puesto como barricada en la esquina Rocco Cocchia. Pocas horas después en la Doctor Delgado esquina San Juan Bosco un conocido profesional, José Ernesto García Aybar, y su esposa ondean una bandera dominicana desde su balcón en la azotea y le disparan desde un jeep con un cañón 105 milímetros desde la Galván esquina San Juan Bosco, pulverizaron la casa con todos sus habitantes, veo los cadáveres de los ancianos….

En ese momento tomé la decisión de irme a la zona constitucionalista, bajé la calle Rosa Duarte hasta un punto de chequeo de las tropas brasileñas y jamás volví a mi casa hasta el 11 de septiembre. Solo uno de mis cinco hermanos, Germán Rodolfo Montás González, fue detenido por las tropas estadounidenses. Lo interrogaron durante varios días en un cuartel de inteligencia que tenían en el hoy Museo de Historia y Geografía. (Liceo Panamericano).

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