Del amor por las tierras o cómo se valida un fraude

Del amor por las tierras o cómo se valida un fraude

Hoy me levanté con la  convicción de que necesito convertirme en terrateniente. Recordando unas tierras que vi hace un tiempo, en uno de esos  lugares remotos e idílicos, he de asumir que  no tienen dueño.  Este es el momento de ir a por ellas. Así, cuando alguien se interese, tendrá que negociar conmigo. ¡Es una verdadera ganga!

Aunque todos sabemos que son muchos los que  han hecho dinero usurpando, invadiendo o  adueñándose de tierras (no digamos que es   robo porque  entonces estaría mal visto) nunca imaginé que a estas alturas  el  Gobierno  se dejaría despojar las tierras del Estado en pos de unos títulos falsos. ¡Todo en nombre del progreso, el turismo y el desarrollo!

Visto el caso de Bahía de las Águilas, y como estoy  comprometida con el bienestar de la patria, no estaría de más que me dejen  esas tierritas a las que le  he echado el ojo:  prometo crear empleos, invertir y hacer todo lo que sea necesario para llevar la prosperidad (hasta con los  matices de confort que  alegran el alma de algunos funcionarios)  a ese lugar.

No sé quién o quiénes están detrás de Bahía. Tal vez sean los mismos que han conquistado Bávaro, Los Mogotes, Playa Dorada y unos tantos destinos en los que los proyectos se suceden sin que nadie se preocupe por lo que se mueve detrás de ellos. Con el turismo, y es algo que  sabe todo el que se mueve en ese mundo, muchos se han hecho millonarios. Yo pensé, porque quise hacerlo, que el presidente Danilo Medina no seguiría el ejemplo de sus predecesores. Ya está bueno de que se sigan robando el país.

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