Del amor romántico al amor adictivo

Del amor romántico al amor adictivo

El amor no está en crisis, en crisis están las personas. Amar es una actitud emocional positiva que junto a la afectividad, al apego sano, los vínculos y el compromiso, ayudan a la construcción del amor conyugal. Ese amor romántico se basaba en el sentimiento, el deseo, la autograficación de sentirse amado (a), la seducción y el placer de vivir a cupido. Es decir, era un amor del corazón y no del cerebro. Ese amor era más duradero debido a la cultura, los valores, y al sistema de creencia aprendido, reforzado y socializado de que el “amor es para siempre”, “hasta que la muerte lo separe”, etc. Al menos, así estaban asignados los roles y las designaciones desde lo social, a lo familiar. A ese amor romántico no le preocupaba si la pareja era feliz, ni si era asunto de dos, más bien, era un amor construido para que el hombre sea feliz y no piense hacer feliz a su mujer o, la mujer sea preparada para hacer feliz al hombre y a sus hijos. A otras parejas les tocó vivir el amor obsesivo: algo más complicado, debido a la posesión, al control y dominio de la pareja. Éste es un amor vivido y olfateado desde la óptica de la irracionalidad, de unos pensamientos que se adueñan de las emociones y se pierde la capacidad discriminativa y adulta para tener a la pareja y al amor como propiedad, o como la persona que debe existir para él, para hacerle feliz, para estar hay siempre; en cada espacio, lugar, momento, circunstancia; debido a que es su obsesión, su carcelero o prisionero. Literalmente, el amor obsesivo es disfuncional, asfixiante, traumático, no reconoce la libertad, los espacios, límites, ni privacidad de derecho. Tanto en el amor romántico como el obsesivo, la pareja es el motivo y razón de existir, de respirar, de ser feliz a través de la otra persona. Ahora todo ha cambiado, estamos en la era de lo desechable, lo que dura poco, “lo de nada es para siempre ni para toda la vida”.
Son tiempo de la crisis de los vínculos, de la dificultad de mantenerse unido dentro de la individualidad, el narcisismo y el egocentrismo. Pero también son tiempos de desapego, del desafecto, de la falta de compromiso; ahora todo es relativo, circunstancial, de la oferta y del consumo. El amor está en el mercado, en el concepto material, en la belleza, la juventud, en el músculo, en el sexo y en el placer. Esta existencia financiera, mercantil ha confundido a media humanidad, le ha seducido, le ha entretenido y lo ha victimizado.
Pero el amor patológico: aquel que es adictivo, dependiente peligroso, riesgoso y de alta vulnerabilidad al daño psico-emocional. Lamentablemente hay personas atrapadas en este tipo de amor; algo que empieza como amor, pero se va alimentando desde el control, el chantaje, el cinismo, el placer y buenos momentos, pero intimida y proporciona el miedo y la satisfacción, para luego pasar al maltrato emocional, psicológico, sexual o físico. Ese amor patológico confunde, la pareja se siente amada, controlada por los celos y el cuidado exagerado y, creer que eso es amor, esa condición la viven cientos de parejas por años. Es un amor adictivo que funciona como una droga: cocaína, heroína, LSD, éxtasis, etc.
Donde se altera las áreas prefrontal, de ahí se hace poco discriminativo, no se reflexiona, ni se utiliza la crítica ni el razonamiento. Para mal, el dependiente justifica su amor dañino, lo minimiza, no ven lo que otros ven, luce bloqueado pero suele despertarse cuando hay traición, engaño, maltratos, robo, secuestro, en fin, todo tipo de peligro. Ese amor de cuidado, de respecto y de admiración por la otra persona, para fortalecer los afectos, apegos, vínculos y compromiso, está ausente en cientos de vidas y parejas, que se encuentran en un amor obsesivo o patológico.
Le corresponde a cada persona de forma adulta y madura escoger o fortalecer ese amor sano y funcional, pero nunca tolerar el amor adictivo.

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