Del arte y del rencor

Del arte y del rencor

-¿Será cierto que la literatura de hoy contiene más malas palabras que de las otras? -¿Qué quiere decir usted con “de las otras” -Oh; las otras palabras que no son groserías, las demás palabras con las que expresamos pensamientos, contamos historias e intentamos transmitir nuestros sentimientos. -¿No cree usted que las malas palabras son también vocablos expresivos? -Claro que lo son; pero son palabras gastadas por el uso continuo; en realidad, funcionan como interjecciones. Son “comodines” automáticos del idioma. Si a usted le pisan un callo, y grita: ¡coño! o ¡mierda! eso no alude a los genitales de la mujer, ni a los excrementos de ningún animal.
-No es solamente la literatura de hoy; también hay cosas chocantes en el arte contemporáneo. Están de moda “las instalaciones”. Un camastro desvencijado, acompañado de periódicos viejos y de una bacinilla, puede ser exhibido en las más prestigiosas galerías de arte del mundo. Los críticos de arte se encargan de explicar “al gran público” que esa instalación es una alegoría de la miseria, que “se justifica” por su evidente “contenido social”. -Debo decirle, señor, que la palabra alegoría se usa muy poco entre los artistas de hoy; también hay que decir que muchas instalaciones no son alegóricas; son “presencias materiales”.
-Cerca de mi casa hay un caobo frondoso, con un tronco robusto de hermosa corteza, de imponente “presencia material”. Me pregunto si podría ser llevado al Museo de Arte Moderno de Nueva York. ¿Este caobo haría buen papel frente a “Las señoritas de Avignon” y La Cabra de Picasso? Pero las mejores “instalaciones” las hacen los políticos durante las campañas electorales. -No se vaya usted por la tangente; entre de nuevo por la secante; hablaba de literatura y de arte, no de política.
-No olvide que soy un lego, un neófito, un simple aficionado a leer y a visitar museos de pintura. Tengo la cabeza en desorden, como aquellas “mesas revueltas” que pintaban los cubistas del siglo pasado. En verdad, mi preocupación es la vida social en el mundo actual; literatura y arte son algo así como muestras de sangre y de orina de la colectividad. Guardamos tantos rencores que preferimos escribir improperios. Rencores “instalados” en nuestras almas.

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