Del buen Gobierno

Del buen Gobierno

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Auscultar el corazón del pueblo, para tomarlo como guía y ejercer el arte del buen gobierno, es tan complicado que el sabio gobernante de Bagdad, Harum ar Raschid, para que no le contaran, se vestía con un traje común y ocultaba su identidad se iba, a los alrededores del mercado y a donde sabía que había tertulias abiertas, a escuchar los comentarios del pueblo sobre la vida de su nación,

Al día siguiente sorprendía a su visir y a los demás funcionarios con su conocimiento de la realidad actual.

En esos tiempos, la escasa población permitía ese modo de auscultar el sentimiento popular, ahora hay métodos mediante los cuales se adivina el sentir popular mediante una serie de ejercicios de proyección y adivinación propios de quirománticos y adivinadores.

De ese modo, continua la tradición de intentar adivinar el futuro para, a partir de lo que diga el adivinador, actuar en una u otra dirección.

El buen Gobierno es aquel que actúa con tal eficiencia que su presencia no se siente, no pende sobre el cuello de los gobernados como una espada en acecho.

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El buen Gobierno funciona como si no funcionara, sin ruidos innecesarios, sin prisa, pero sin pausas, cumpliendo su deber sin buscar recompensas.

El buen Gobierno hace lo que tiene que hacer, cuando lo tiene que hacer sin esperar que la presión popular de la opinión pública lo obligue a actuar, previendo las situaciones, como debe ser.

El buen Gobierno sabe lo que tiene que hacer, conoce el tiempo en que debe actuar para resolver uno y otro problema

El buen Gobierno no duerme, no sestea, trabaja todo el tiempo, todos los días, cuando hay sol y especialmente cuando hay lluvias, inundaciones, destrucción de calles, caminos, puentes.

El buen Gobierno es previsor tiene una respuesta rápida y otra respuesta efectiva, ponderada, con la cual resuelve los problemas para evitar que en el futuro cercano ocurran de nuevo las desgracias afrontadas hoy

El buen Gobierno actúa con agilidad, con prontitud, agarra el toro por los cuernos e impide que el astado lo hiera, lo maltrate. El buen Gobierno se emplea a fondo para resolver las emergencias, ya sean fruto de enfermedades cíclicas o de pandemias que surjan con tal fuerza como la del Covid 19 que paralizó, atemorizó y diezmó el mundo.

El buen Gobierno no se atemoriza, sabe que “el miedo lo hace uno mismo”, como me enseñó mi abuelita Rosario, la madre de mi madre.

El Gobierno de Luis Abinader se parece tanto al buen gobierno que se puede tener como tal, por tanto, para continuar la tarea pendiente, merece cuatro años más.

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