Del derecho al respeto

Del derecho al respeto

Muchas veces caemos en el error de pensar que porque estamos en el derecho de exigir, reclamar y luchar para obtener el cumplimiento de una falta o un error que cuestionaría nuestro respeto, tenemos la libertad de optar por los insultos, las malas formas, las descalificaciones, y hasta la violencia verbal y emocional, sin entender que esto solo tendría como objetivo, el incitar a una discusión, y darle cabida a la otra persona, de que responda tal y como ha sido tratado.

Para que te respeten primero has de respetar… No hay necesidad ninguna de cuestionar y juzgar a la otra persona por la falta cometida, eso más que lograr que se entienda que tú eres una persona a “respetar”, provocará  que se cuestione tu integridad humana y se ponga en tela de juicio tu ética como profesional.

Esa es una situación cada vez más común, en el plano de jefe y subordinado, de propietario a inquilino, y hasta de una autoridad X hacia un ciudadano. Pero lo que personalmente me indigna es cómo se enorgullecen y proclaman engreídamente, el abuso de poder efectuado con una presión psicológica hacia el otro, ignorando que este tipo de actitudes puede lograr cualquier cosa menos una concienciación del error, un reconocimiento de la falta, y una consideración hacia la parte afectada.

“El problema radica en que no sabemos criticar, es más, la mayoría de las personas no critica sino que juzga, dicta el veredicto y sentencia la pena. Esta fórmula muchas personas la llaman, y con mucha razón, una “crítica destructiva” pues su poder es devastador y sólo logras recibir ira y rebelión, además de crear impotencia por parte de la persona afectada”.

Recientemente escuché a una persona, parafraseando lo que le enseñaron, asegurando que no se podía ser buen directivo-líder sin ser buena persona. Esto me llamó mucho la atención, cuando hoy día cada vez son más las personas que buscan edificarse e instruirse a través de un sin número de seminarios sobre liderazgo. Pero claro, sabemos que aún hay personas no suficientemente íntegras en puestos de dirección, sin que este rasgo haya impedido el acceso; de hecho, y aunque todos conozcamos muchos directivos ejemplares, puede que la integridad haya dificultado alguna carrera profesional.

Tal y como  mencioné en mi artículo del Poder de las Palabras, es increíble el efecto que producen las cosas que decimos, y es que la mayoría de las veces no nos damos cuenta de lo que decimos y mucho menos de las consecuencias.

Entiendo que debemos aprender a reconocer primeramente qué queremos decir, y luego medir cómo lo vamos a decir, para lograr el efecto necesario y obtener el objetivo primordial, de esta manera, les aseguro que nos van a recordar eternamente con un respeto y valor inigualable.

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