Del desencanto democrático y peligros

Del desencanto democrático y peligros

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Me pregunto, no sin angustia, ¿es que se nos ha enfermado el mundo? De repente revientan las consecuencias de la sinrazón de quienes gobiernan los países, ahora, sin monarquía absolutista ni comunismo promisorio de equidades  distributivas. Nos queda la incógnita del sistema democrático, que se tambalea en su continuo tropezar con fracasos y frustraciones, debidas a la adjudicación de virtudes fenomenales al sistema, mientras se olvidan las individualidades convertidas, desde hace mucho tiempo, en grupos organizados.

Todo ascenso es difícil, laborioso, exigente.

Todo descenso es fácil, cómodo, simple.

Tenemos un ejemplo. Nunca tuvimos imitadores de la comedida y brillante forma en que se expresa el presidente Fernández, mostrada en su anterior mandato, o en los clásicos y eruditos giros verbales del presidente Balaguer, a pesar de los muchos años de sus mandatos. Sin embargo, pocos meses de gobierno del presidente Mejía bastaron para vulgarizar la expresión pública, haciéndola desenfadada y hasta procaz. Es que el ámbito social, en el mundo entero, es muy vulnerable, muy enfermizo. El ambiente lo infecta con facilidad.

Recuerdo que en los años sesenta, tras la apertura resultante del descabezamiento del tiránico régimen de Trujillo, el desorden y escándalo de los pasajeros de un avión en ruta hacia los Estados Unidos desde Santo Domingo, era insoportable. No aceptaban, aquí, respetar el orden de precedencia para abordar; ya dentro de la aeronave, hablaban a gritos con sus amigos o familiares, peleaban con la azafata y se mantenían moviéndose de un sitio a otro. Llegamos a Miami y, cuál no sería mi asombro al verlos moverse en perfecto orden y hablar en voz baja. Tuve el valor de romper en pedazos mi prudencia para preguntarle a uno de los que más vociferaba e intranquilizaba el vuelo: ¿Cómo es que ustedes se comportan así al llegar aquí? –Ah, es que aquí no se puede armar desorden –repuso.

Pero resulta que aquí se permite el desorden, y estamos en una escalada terrible, que está dejando muertes violentas a diario. Cinco muertes y tres heridos a consecuencia de una balacera en San Cristóbal, muerte de dos haitianos a machetazos que causaron heridas a otros cuatro en Hatillo Palma, Monte Cristi, violaciones y asesinatos, son noticias que trae la prensa esta semana.

En este aspecto hay que señalar, ¿quiénes son los culpables de la gran presencia haitiana en nuestro territorio? ¿Los haitianos?

No. Son los dominicanos que persiguen mayores ganancias al contratar mano de obra más barata. ¿Que eso sucede y ha sucedido siempre? Sí, pero no por eso deja de ser una práctica inmoral y antipatriótica.

¿Cómo puede pretenderse que un obrero dominicano de la construcción duerma sobre cartones en un rincón de la obra en que labora y que se alimente prácticamente de desechos de vísceras mezcladas con espaguetis o arroz? Eso hacen los desesperados obreros haitianos.

Igualmente, el campesino dominicano abandona el campo y viene a las ciudades a “motoconchar”, vender baratijas, alquilar un triciclo para negociar con víveres y frutas, estafar con billetes de Lotería…es decir, “buscarse la vida”.

¿Es que la democracia consiste en elegir libremente a los gobernantes?

Si se reduce a eso, como sucede en tantos países, la democracia está condenada a un desastre catastrófico.

Latinoamérica está desencantada de este sistema.

Elige un nuevo gobierno para que sustituya los desastres del anterior.

Y, en verdad, el nuevo gobierno lo sustituye. No los anula o disminuye.

Hay que romper el desorden y la impunidad de poderosos políticos.

De otro modo, hay que decirlo, vamos rumbo al florecimiento de una gran zona de dictaduras militares.

Otra vez.

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