Del dicho al hecho

Del dicho al hecho

Rememorando a la siempre viva folclorista de las letras chilenas Violeta Parra me llegan a la mente estos versos: “Gracias a la vida que me ha dado tanto/ me dio el corazón que agita su marco/ cuando miro el fruto del cerebro humano,/ cuando miro al bueno tan lejos del malo,/ cuando miro al fondo de tus ojos claros./

Gracias a la vida que me ha dado tanto/ me ha dado la risa y me ha dado el llanto,/así yo distingo dicho de quebranto/ los dos materiales que forman mi canto/ y el canto de ustedes que es el mismo canto/ y el canto de todos que es mi propio canto”.

Es tanta la emoción que esta flor salitrera suramericana me causa que no sé si reír o llorar, o tal vez hacer las dos cosas a la vez, aún bajo el riesgo de que alguien me catalogue de bipolar. Utilizaré dichos versos como pie de amigo para iniciar un relato que empezó cinco décadas atrás en el aula universitaria al comienzo de la carrera de medicina. Nuestros consagrados profesores nos alumbraban el pensamiento con sus amplios y claros conceptos de cómo actuar correctamente frente al paciente.

Sin embargo, la panorámica idílica que nos pintaba el catedrático distaba mucho de la cruel realidad hospitalaria que se vivía en ese entonces. Los enfermos de hospitales eran los pobres cuyos bolsillos carecían del dinero para pagar los servicios de una clínica. Estos desheredados de la fortuna eran los conejillos de india con quienes los estudiantes de medicina practicaban diariamente hasta conseguir las destrezas necesarias para un ejercicio profesional futuro. Ningún enfermo contó con suficientes medicamentos para una cura radical de sus males muy a pesar de que oficialmente se aseguraba lo contrario. A la gente se le obligaba a decir que todo andaba bien aunque se estuviera cayendo a pedazos. Fue así como aprendí  a diferenciar la virtualidad de la realidad. Nos repetían  que los dominicanos éramos rico cuando por encima de la ropa se notaba la pobreza que nos arropaba.

Hubo de llegar Juan Bosch para que con sus sabias charlas radiales hiciera que a muchos dominicanos se les quitara la venda y tomaran conciencia de su realidad socio-económica. Aquel maestro nos diagnosticaba el mal y proponía la cura. Don Juan nos inculcó la idea de que la problemática nacional era una tarea que debíamos resolver los dominicanos.

Cincuenta años después leo una propuesta de desarrollo a cumplirse en el año 2030 fecha en que si la magia me lo permite podré desde mi tumba verificar si se ha concretado el siguiente compromiso político: “la construcción de una sociedad donde efectivamente exista igualdad de derechos y oportunidades con el logro de siete objetivos generales: educación de calidad para todos y todas; salud y seguridad social integral; igualdad de derechos y oportunidades; cohesión territorial; vivienda digna en entornos saludables; cultura e identidad nacional en un mundo global y deporte y recreación física para el desarrollo humano”. Como estoy seguro de que la magia me negará el encanto de la resurrección, encargo a mi hija y nieta para que verifiquen si estas bellas e ideales palabras lograrán su metamorfosis hacia lo real y concreto. Me revolcaré de alegría al canto de todos.

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