Cuando el Presidente del República, Lic. Danilo Medina Sánchez, pronunciara el 16 de agosto de 2012 su discurso de toma de posesión, fueron muchas las expectativas y esperanzas que se cifraron en una buena parte del pueblo dominicano. Siendo una figura prominente de su partido, vencido en las elecciones del 2000 (PRD-Hipólito) fue notable su alejamiento de Leonel y su grupo, haciendo suya la frase: “El Estado me venció.” Pero sin distanciarse de la cúpula ni de las bases del partido, fraguó, pacientemente, su plan de retorno. La reforma constitucional realizada por el desacertado proyecto reeleccionista del Presidente Mejia, le cerró las puertas del poder, abriéndosela de nuevo a su rival, Leonel Fernandez que le condena a ocho años de ostracismo. Astutamente, fiel a Partido, haciendo mutis, veía crecer el escándalo de la corrupción, el endeudamiento público, el clientelismo, el déficit fiscal, cómo se agravaban los problemas del agro, educación, salud, agua potable, energía, la impunidad, ¡en fin, el desplome institucional! que minaba el prestigio personal del mesiánico mandatario. Supo aprovechar muy bien la necesidad de un cambio.
Con mejor olfato político, coadyuvó con la alianza estratégica de Leonel, que arrastra al PRD a la bancarrota con el “Acuerdo de las corbatas azules” y le permite abrirse cancha y consumar su sueño dorado bajo el lema de campaña: “Continuar lo que está bien, corregir lo que está mal, hacer lo que nunca se ha hecho”, sembrando nuevas esperanzas, y también de dudas razonables.
Con rostro de yo no fui y un estilo distinto, de hombre humilde y sencillo, lejos de la ostentación, más cercano el oído de su pueblo, supo ganar simpatías y adherencias, aumentar su popularidad que el resorte mediático catapultó, haciéndolo omnipresente con el 4% que supo capitalizar políticamente construyendo escuelas, inaugurando aulas, mejorando clínicas y restaurando hospitales, visitando al campesino y al necesitado con préstamos y bonos de beneficencia, pero poniéndole corsé, maquillaje y trampas a la corrección de lo que está mal y el “hacer lo que nunca se ha hecho” jugando al olvido.
Con esos haberes a su favor, la estabilidad macro-económica y política y una oposición débil y desmembrada, incapaz de cohesionarse y compactar un liderazgo fuerte que impulse la verdadera reforma: ética, social y económica acorde con los intereses de la nación y las necesidades de las masas desposeídas, pudo el Presidente Medina reformar de nuevo la Constitución y extender su mandato por cuatro años más sin advertir el alto costo de una política continuista, patrimonialista, aferrada a “más de lo mismo” que comienza a visualizarse.
Siempre se ha dicho que el gobierno será lo que refleja su primer acto político: los nombramientos. Como el buen sastre, se le conoce por el corte y calidad de la tela escogida, no por el discurso de lo que va o piensa hacer. Al arado lo hacen los bueyes, pero del dicho al hecho hay mucho trecho. Es demasiado pedir peras al olmo.