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El propósito de esta serie de tres artículos es dar una breve descripción de los problemas que más afectan la educación superior en la República Dominicana y, al hacerlo, destacar los factores que, a nuestro entender, definirán su porvenir.
La Pontificia y Real Universidad Autónoma de Santo Domingo a través de los tiempos ha tenido que desarrollar sus actividades, en el mejor de los casos, por la vía de regulaciones o leyes universitarias, cuando no como una dependencia más del Estado. Los retos que hoy enfrenta esa Alta Casa de Estudios son mucho más complejos y variados que los que tuvo que enfrentar en un pasado no tan lejano. La UASD de hoy debe de enseñar y llevar a cabo investigaciones tanto del máximo nivel y de aplicación no inmediata como de aplicación más próxima; éstas últimas, en estrecha alianza con el sector productivo del país. También, ha de llevar a cabo tareas de investigación y de servicios como manera de dar respuesta a problemas concretos que tengan las empresas y lo sectores productivos. Además, ha de estar disponible, como de hecho lo está, para colaborar en la formación continuada de los profesionales que el país necesita. Esa Alta Casa de Estudios ha de estar abierta a la colaboración internacional como recurso de gran utilidad para mejorar sus objetivos y ser receptiva a las peticiones de modificaciones en los contenidos formativos de los programas que oferta. De esa compleja red de tareas, surge la atención creciente que los especialistas en la materia vienen prestando a la calidad de nuestras instituciones de educación superior. Como lo expresa el especialista germano F. Van Vught: “La expansión de los sistema de enseñanza superior y el aumento en los costes de estos sistemas tienen que ser cada vez más legitimados por beneficios claramente identificados para la sociedad” La UASD, al igual que las demás instituciones de educación superior del país, debe mostrarle a la sociedad dominicana su pertinencia, calidad y responsabilidad.
En la introducción de la segunda parte del libro Más Allá de la Autonomía, el físico mexicano Salvador Malo expresa que “por alejados que estén nuestros países de aquellos más industrializados, la creciente globalización implica que los trabajadores y los productos de esos países compiten con los de los nuestros. Y que por aisladas, circunscritas o protegidas que estén nuestras universidades, sus egresados están siendo medidos, cada vez con más frecuencias, según estándares y normas muy ajenas a las tradicionales”
Las telecomunicaciones y la tecnología informática facilitan los resultados de las evaluaciones de las Altas Casas de Estudios, amplificando y multiplicando sus indicadores y parámetros a la luz de los provenientes de las instituciones de educación superior de otros países. Los organismos internacionales no hacen más que enfatizar y acentuar esos mismos paradigmas. Y quienes nos gobiernan tienden a aceptarlos y adoptarlos como referencia o norma obligada.
De lo expresado en el párrafo de más arriba deducimos que al considerar el futuro de nuestras instituciones de educación superior debemos de analizar los procesos que se están dando en la América Española y el Caribe, así como en aquellas otras partes del mundo que las afectan.
Para reformar nuestras instituciones de educación superior, debemos comenzar por definir qué cambiar y qué conservar de ellas a partir de un claro conocimiento de sus actuales condiciones con el propósito de establecer después cuáles son los perfiles que deseamos para ellas.
Debemos tener muy presente que los principales resultados de todo proceso educativo son sus egresados, y por ello, son un elemento fundamental a la hora de evaluar la calidad de una universidad o de cualquier otra institución de educación superior. Pero, ¿qué se entiende por calidad en referencia a los quehaceres de una Alta Casa de Estudios? ¿La integración y adecuación del ser, quehacer, deber ser y querer ser de los programas que oferta y de las investigaciones que lleva a cabo? Volveremos sobre el tema.