A mi querido hermano Octavio Rivera, Tavito, junto a quien hice el crossover del izquierdismo estéril a la defensa de la democracia perfectible.
Al emprender la dirección del país el 16 de agosto de 2020 el presidente Luis Abinader encontró a la República Dominicana acusando todas las características de un país subdesarrollado, con unas finanzas públicas deficitarias, un balance institucional en rojo y altos niveles de corrupción, impunidad, pobreza y desigualdad.
El sistema de salud pública que entregó Leonel Fernández en 2012 estaba completamente destartalado, al extremo de que su sucesor Danilo Medina tuvo que cometer el error de intervenir 56 hospitales de manera simultánea.
En los 20 años de gobierno de ambos no habían sido capaces de articular y poner en vigencia las leyes 42-01 y 87-01 promulgadas por el gobierno de Hipólito Mejía para que el gobierno creara los sistemas dominicanos de Salud y de Seguridad Social.
Al finalizar los gobiernos de Fernández y Medina el sistema de educación pública se situaba en los últimos lugares del mundo, conforme mediciones de Pisa, el Foro Económico Mundial y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.
Esos malos resultados se mantuvieron a pesar de la inversión del 4% que se destinaba al renglón desde 7 años antes del último gobierno del PLD.
Al entregar el último de sus tres gobiernos, Leonel Fernández, dejó unas finanzas púbicas deficitarias en alrededor de 200 mil millones de pesos, conllevando a que desde entonces las leyes de Presupuesto General del Estado incluyan cerca de una tercera parte basada en empréstitos, y a un incremento creciente del endeudamiento público, y una ralentización de la capacidad del estado para inversión social, de capital en infraestructura y hacer eficientes servicios públicos.
El gran y oscuro paraguas que cubrió todas las deficiencias y la corrupción estatales bajo los gobiernos de Leonel y de Danilo fue un esquema de apropiación (estafas) al patrimonio público, corrupción, impunidad y decricaje institucional, esquema asordinado por miles de periodistas y medios prostituidos por los gobiernos del PLD abusando de los recursos públicos.
Con esas acciones Leonel y Danilo, el PLD y la hoy Fupu y sus socios económicos y mediáticos se pusieron de espaldas a la historia de un país de gran potencialidad para desarrollarse pero que no lo ha logrado por los desafueros de políticos y empresarios inescrupulosos y corruptos.
Desde su llegada al poder Abinader empezó por enderezar el navío institucional, y a formular reiteradas convocatorias a la concertación política y social, para que los avances sean compartidos por todos.
Gracias a los ahorros del dispendio y la corrupción peledeísta, con prudencia y calidad del gasto público ha logrado, junto a las autoridades del Banco Central, y el apoyo de la iniciativa privada, el crecimiento económico posible, manteniendo la estabilidad macroeconómica y con ello la gobernabilidad social y política.
En sus primeros tres años y medio de gobierno, Abinader dejó claro el respeto del Ejecutivo a la independencia de los poderes; cortado por lo sano la corrupción y el dispendio gubernamental; darle independencia al Ministerio Público e iniciar la reforma de la Policía Nacional, atacando de raíz una de las principales vertientes de la alta delincuencia y la violencia.
Con los recursos que le deja el déficit fiscal heredado; los enormes gastos y contratiempos de la pandemia y los amagos de recesión y alta inflación de los precios de las mercancías y servicios internacionales, Abinader ha mantenido subsidios sociales y emprendido impresionantes obras de infraestructuras en todo el territorio nacional, mientras ataca el caos del transporte en Santo Domingo y Santiago.
Ampliar y profundizar los cambios iniciados por el honesto y trabajador presidente Luis Abinader, es el mandato de la historia al que acuden los empresarios serios, la sociedad civil, 22-23 partidos y una mayoría del 70% del electorado que aprueba sus ejecutorias, colocándose del lado de la historia.