Del mármol a la competitividad

Del mármol a la competitividad

MARIEN ARISTY CAPITÁN
Todavía no había terminado de asimilar las últimas noticias del cosmos educativo cuando el lunes pasado entré a la Secretaría de Educación. Al dar el primer paso, la sorpresa y la indignación se apoderaron de mí en cuanto me asaltó el brillo del nuevo mármol que ahora visten las paredes del recibidor.

Aunque bien es cierto que no se trata de un espacio muy grande, llama la atención que en un país donde no existe un sistema educativo funcional, a algún inteligente funcionario de la cartera educativa se le haya ocurrido destinar una parte de los recursos que percibe la Secretaría en “decorar” la dependencia oficial.

Desde hace casi un año venimos viendo que a la fachada de Educación se le hacen retoques y que la construcción de las nuevas oficinas de la recepción se va terminando lentamente (es un anexo nuevo, cubierto de mármol al igual que el edificio original, que lleva meses de retraso).

Con  una inversión de más de cinco millones de pesos (que sería una ganga, si nos sobrara el dinero), este gasto es un absurdo si se piensa en el último informe del Banco Mundial. En él se establece, claramente, que es mucho lo que falta invertir en educación y salud.

Olvidando que ellos sostienen que el metro es una inversión desmesurada para este país, es bueno apuntar que mientras el país se debate ante la incertidumbre de poder cumplir o no con los Objetivos del Milenio en todas las áreas, nosotros nos dedicamos a colocar mármol por doquier.

Vale recordar la hermosa Aula Magna y las imponentes oficinas de la rectoría de la UASD o las de la Suprema Corte de Justicia para pensar en que al Gobierno a veces se le cuecen demasiado las castañas. Porque, ¿es necesario, en un país pobre, que las oficinas estatales sean a todo lujo?

Creo en la limpieza, en la dignidad. Lo que no creo es en el derroche y en la opulenta inversión que se está haciendo en muchos lugares. ¿Es justo que, mientras se gasta en mármol y nuevas palmeras, se le diga a un niño cuya escuela se está cayendo que no hay dinero para resolver su problema?

Tampoco me parece razonable que, volviendo con la UASD, veamos que mientras la Biblioteca reluce de esplendor, el Instituto de Química no cuente con RD$750 mil para realizar una importante investigación de los índices de plomo en las mujeres embarazas y los recién nacidos. Esto, en un país donde los problemas de aprendizaje están a la orden del día, es imperdonable.

Me parece que, aunque doña Alejandrina o el propio Presidente se incomoden por estas líneas (siendo un poco pretenciosa, por supuesto, y pensando que las podrían llegar a leer), debemos comenzar por hacer del discurso algo más que un instrumento para convencer: tiene que ser coherente con las acciones.

A pesar de que no dudo de la buena voluntad de Germán o del mismo Fernández, ambos deben entender que están en un país que pretende ser grande pero que es muy pequeño. Tanto que vemos cosas tan asombrosas como a un grupo de estudiantes de un liceo de Barahona que protesta porque le han extendido el año escolar.

Piedras y sorprendentes tiros de escopeta fueron el resultado de una acertada decisión de las autoridades: dar diez días más de clases a causa del tiempo perdido por las huelgas de una Asociación Dominicana de Profesores que, increíblemente, tampoco está de acuerdo con la medida.

Así, entre mármoles y protestas, queremos llevar el país a la competitividad. Ella, sin embargo, siempre nos quedará grande si no removemos el sistema educativo y no invertimos más en él. Como ingrediente extra, nos queda resolver ese ridículo 0.01% que destinamos a la investigación.

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