Las leyes de Núremberg fueron una especie de código legislativo contentivas de disposiciones de carácter racista, xenófoba, antihumana, antisemita, segregacionista y carentes de toda racionalidad histórica. Este compendio normativo fue redactado por el jurista y político Wilhelm Frick, quien a la sazón se desempeñaba como ministro de Interior de la Alemania nazi, siendo a su vez un fiel intérprete del pensamiento genocida de su jefe y mentor, Adolfo Hitler. Con estas leyes iniciaron las atroces persecuciones contra los judíos y sus descendientes, terminando estas con un saldo de por lo menos seis millones de semitas muertos en lo que la humanidad recuerda como el Holocausto Judío.
Iniciativas como las promovidas por Frick aún persisten en nuestros tiempos, aunque tienden a desaparecer los retrógrados, orcopolitas y trogloditas que las promueven. Tal es el caso de la descabellada y a la vez plagiada propuesta de resolución que procura la construcción de un muro divisorio entre República Dominicana y Haití.
Afortunadamente, voces sensatas de la nación han presentado sus razonables posiciones en contra de un proyecto de resolución bañado de odio y frustración, atribuido, de acuerdo a declaraciones del vocero del gobierno dominicano, «a personas que se sienten descorazonadas, desesperadas y desconcertadas, porque el Plan Nacional de Regularización de Extranjeros en situación migratoria irregular está funcionado muy bien».
No nos sorprende que la referida propuesta legislativa proceda del mismo sector político que ya ha fracasado en la conducción de la agencia estatal encargada del tema migratorio y que ha encontrado en ese esperpento (la propuesta) un mecanismo de distracción, haciendo uso de las teorías de Festinger y Macobby sobre la manipulación y reemplazo de temas públicos por otros menos relevantes, pero que respondan a intereses particulares de sectores que prevaliéndose de sus apellidos e influencia mediática, han logrando arrastrar a otros sectores en sus peligrosas aventuras.