“Si quieren ver arte dominicano, que vayan al Museo Bellapart”: es una opinión compartida y repetida. Muy escogidas obras, de distintos estilos y categorías, enseñan el dibujo, la pintura, la escultura, desde que se hayan podido identificar un arte nacional y sus principales autores, hasta la actualidad, según un recorrido y una museografía ejemplares.
El visitante sigue un itinerario que le guía, le informa, le sorprende aún: se trata de un auténtico descubrimiento. Luego, han evitado complicar ese circuito secular y sobrecargarlo con textos dedicados a los más entendidos en la materia. La claridad, aquí, se alía con el método: solo rivalizan con una colección permanente tan valiosa, las exposiciones temporales, ¡modelos también de organización y curaduría!
Ahora bien, la excepción sublime reside en el hecho de que un verdadero “héroe”, apasionado por el arte, haya reunido este fondo inconmensurable y único de piezas, y lo haya convertido en museo, abierto al público, sin pago de entrada. Muestra permanente y exposiciones temporales proceden de esta colección institucional.
Juan José Bellapart es incomparable como persona y personalidad, de su don de coleccionista a su altruismo discrecional. Hablamos en el presente, a pesar de su partida a la eternidad, porque una entrega permanente sobrepasa tiempo y espacio.
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La revelación
Un acontecimiento causa tanta emoción como alegría: acaba no solamente de confirmar la excelencia de la pintura dominicana y del Museo Bellapart, sino su papel en la proyección del arte dominicano.
Sin que nadie lo supiera, Adriano Pedrosa, prestigioso director artístico del Museo de Arte Moderno de Sao Paulo y curador de la Bienal de Venecia 2024, visitó el Museo Bellapart. Lo contó Myrna Guerrero, directora del Museo, ¡pareció ella la primera sorprendida!
El hecho “fabuloso” consiste en que Adriano Pedrosa valoró tres cuadros en particular para que formen parte de la Exposición Internacional de Arte de Venecia, cuyo título es evocador: “Stranieri Ovunque” – “Extranjeros en todas partes”.
Son obras maestras de la pintura dominicana: el curador brasileño –primer latinoamericano en dirigir la Bienal de Venecia y residiendo en el hemisferio sur- , con su íntima convicción de la universalidad del arte, valorando sus múltiples autorías, manifestaciones y fuentes culturales, las eligió, espontánea e inmediatamente. Es la primera vez que incumbe ese honor a la pintura moderna dominicana.
Las obras
En esa exposición de contenido histórico y transcontinental, las obras dominicanas integran la sección de “Retratos”, probablemente la más rigurosa y anhelada.
Es una casualidad – sin duda alguna-, con excepción del “buen ojo” del curador, que pertenezcan a tres períodos sucesivos del arte dominicano.
La “Japonesa”, de Jaime Colson, fue pintada en el 1927 cuando, por primera vez, ese magno “trashumante” residía en París y se vinculó a los movimientos de su época. Su adhesión al Cubismo es aquí evidente, pero funde desconstrucción y construcción, diseña planos, ritma colores, mientras el ojo es una joyita “a línea”.… Un Jaime Colson deleitable, sobresaliente, personal, sobre todo cuando muy pocos “colsones” quedan de esta etapa fundamental e inicio de la modernidad en el arte dominicano.
Podemos considerar como muy importante el siguiente período, de 1940 a 1960, del arte moderno dominicano, después de la llegada, integración y contribución de los exiliados europeos. Ahora bien, el Desnudo -femenino- de Celeste Woss y Gil, pintado en 1948, tiene a este respecto una total independencia. Nuevamente, es puramente personal y de íntima convicción. Celeste fue primer artista – hombre y mujer- que insertó un modelo vivo desnudo en la tradición pictórica nacional, y, en un tiempo de prejuicio racial, impuso la fuerza y la belleza del mestizaje, siendo fehaciente este magnífico óleo.
El tercer período, entre 1960 y 1980, está presente con la “Marchanta’” de Gilberto Hernández Ortega, épico poeta de la modernidad en la pintura y en el verso aun… Esta pintura refleja la maestría del gran dibujante, en el color y también en la sombra, intensificando la luminosidad al compás de la mirada. La originalidad, la calidez, la riqueza de su paleta, luego la desenvoltura de su pincelada, identifican a un Gilberto inconfundible. Es una imagen fascinante del trópico, de la mujer y la flora dominicanas, que va también a iluminar nuestro país…
Coda
Aunque la República Dominicana –que no cuenta con un pabellón nacional – ha estado presente muchas veces en el contexto global latinoamericano, es una primicia que su pintura moderna, con obras maestras, se ilustre en la máxima exposición internacional de la Bienal de Venecia, concebida y organizada por su curador. Un vivo agradecimiento al Museo Bellapart, cuyo liderazgo, encendido por su fundador, continúa gracias al amor de sus hijas por su memoria y por el arte dominicano.